Capítulo 23

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—Hazel, ¿puedes venir un momento a mi despacho? —la llama Daniel desde la puerta.

—¿Tiene que ser ahora? —pregunta Hazel—: Tengo que terminar un informe para Álvaro, sobre el ratio de visitas, lo está esperando...

—Es urgente, por favor —insiste Daniel.

Hazel resopla, se levanta de su silla y se dirige hacia el pasillo, donde le espera Daniel quien le cede el paso y la sigue hasta el despacho del fondo.

Cuando entran, Daniel cierra la puerta tras de sí. Ella se da la vuelta y lo mira directamente.

—Hazel, quiero disculparme por todo lo ocurrido. No quería que te enteraras de esta forma y...

—¿Y esto lo consideras urgente? —pregunta Hazel con sarcasmo.

—¡Sí! No quiero que te hagas una idea equivocada sobre este asunto, Hazel. No ha sido ningún juego ni nada parecido. Únicamente quería acercarme a ti, te lo juro. Y pensé que lo de los correos anónimos sería una buena idea para que me conocieras un poco mejor. Siempre hemos tenido una relación frívola, poco seria. Si hubiera intentado acercarme a ti para decirte todo lo que te decía en los correos, ¿me habrías creído?

—¿Es que acaso piensas que ahora te creo?

—Bueno, ahora no... Pero me dijiste que te gustaba lo que te mandaba. ¿Te habría gustado también si te lo hubiera dicho en directo?

—Posiblemente, no te habría escuchado.

—Por eso necesitaba buscar otro método, Hazel. No te enfades conmigo, por favor.

—Está bien, no me enfado. ¿Algo más? —pregunta Hazel, cruzando los brazos.

—¿Algo más? ¡Claro! Quiero saber qué piensas de... Bueno, todo lo que te he dicho... Te he abierto mi corazón, Hazel.

—Mira, Daniel, no creo que realmente quieras saber lo que pienso. Pero, te voy a hacer un breve y escueto resumen: cierra de nuevo tu corazón. Y no intentes abrirlo, al menos por mí. 

—Pero, Hazel...

—Olvídalo, Daniel. 

—¿Sigues enfadada?

—No, ya te he dicho que no. Quizás hayas hecho todo esto con buena intención, pero conmigo no funciona. No es por ti, es por mí, como se suele decir. Por mi parte, prefiero mantener contigo nuestra frívola relación, pero si para ti supone un problema, nos trataremos como compañeros de trabajo.

Esa reacción de Hazel que, aun sin querer resultar prepotente la muestra con cierta soberbia, hace que Daniel se sienta muy molesto y ofendido. Aunque, en realidad, lo que más le duele es verse rechazado con tanta sobriedad, lo que saca su lado menos amable.

—No, Hazel, como compañeros de trabajo no. Te recuerdo que soy tu superior —contesta, levantando una ceja y endureciendo su tono de voz.

—Muy bien, pues nos trataremos como tal; tú serás la madre superiora y ya la novicia. Y ahora, si me permites, tengo muchas cosas que hacer.

Y Hazel pasa junto a Daniel para dirigirse a la puerta y salir al pasillo, caminando con paso firme hasta su mesa. A los pocos minutos, recibe una llamada de Álvaro, quien le pide que acuda al edificio Bluskay, en el centro de la ciudad, para reunirse con él y una pequeña productora, con el objetivo de estudiar una posible colaboración.

—Está bien, acudiré allí a las tres y media. Pero, una pregunta, ¿no debería ser Daniel quien fuera a esa reunión? —pregunta Hazel antes de colgar.

—Sí, bueno, tal vez... Pero, prefiero que seas tú. El dueño dice que te conoce y la negociación será más... cordial.

—¿Me conoce? ¿Quién es?

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