8.- Maybe

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–No puedes hacerme esto –medio gruñó Pimentel–, no debes irte de casa –lo tomó de sus cabellos, escuchando el sollozo de Erick, llevando su cuerpo sobre la cama–. ¿¡En serio es tan difícil para ti quedarte en esta maldita casa!? –al de los ojos verdes le salían lágrimas sin parar, recorriendo sus mejillas rojas–. No pueden verte, no deben verte –tomó sus muñecas con fuerza, llevándolas sobre su cabeza, apoyando gran parte de su cuerpo sobre su anatomía débil.

–Tú no puedes decidir sobre mi vida, Joel –susurró, viéndolo fijamente a los ojos–, yo no quise ser parte de tu vida –agregó, notando como el iris del mayor se dilataban.

–Lástima, Erick, ya lo eres y no dejaré que te vayas –besó sus labios con brusquedad, como si los hubiera extrañado.

Como notó que Colón quería salir de su agarre, aumentó su fuerza y presionó ambas caderas para sentir un leve dolor.

Besó su cuello dejando un rastro de mordidas y saliva, tratando de querer borrar esas miradas que probablemente hoy le hayan dirigido a su Baby.

Nuevamente atacó sus labios, jalando de estos, introduciendo su lengua entre ellos, sintiendo la del menor.

Luego de tantos roces y mordidas logró excitar al muchacho, quien moría de pena. Nunca podía luchar contra la excitación, nunca podía negarse al cuerpo de Joel.

Y eso le jodía, en grande.

La calor comenzó a aumentar y las prendas de ropa desaparecieron cuando los besos fueron correspondidos y los gemidos hicieron partícipe de la ocasión.

Erick jadeó cuando Joel tomó la punta de su pene, la cual se encontraba hinchada. La mano de Pimentel se mantuvo firme en el agarre, presionando un poco, robándole suspiros.

–Ahora tu castigo, Baby –susurró en su oído, besando detrás de su oreja para luego ir hasta el ropero y tomar una caja la cual contenía los juguetes sexuales que a veces usaban.

De esta sacó un anillo para pene, pinzas para pezones y un collar.

Cuando vio que estaba listo, lo volteó, dejando su trasero a la vista.

Se relamió los labios, formando una media sonrisa, viendo ese hermoso trasero.

–Nunca más abandones a Daddy –con la palma de su mano dio un fuerte azote en la nalga derecha, escuchando el gemido entrecortado que salió de los labios sandía.

Tomó el lubricante de la mesa de luz y colocó en sus dedos, para luego rápidamente llevar uno hacia la entrada del menor, presionando para entrar.

–Te quiero oír gemir, Erick –habló ronco, preso de la excitación.

Aquel dedo índice se adentró en él, siendo acompañado por el dedo corazón.

De la boca de Erick comenzaron a escaparse gemidos incontrolables, sintiendo una gran tortura en su hombría al no poder eyacular. Ya estaba a punto del orgasmo y eso que apenas había comenzado.

Los dedos de Joel estuvieron un buen rato en su interior, logrando que se deshaga bajo su tacto, estirando lo más que pudo.

Sintió que estos se fueron, jadeó en disgusto y se quejó en bajo, queriendo voltearse, pero las manos de Pimentel se lo impidieron, sujetándolo con una mano de la cintura para que se quede quieto.

Con la otra mano Joel tomó su pene, notando que gotas de presemen goteaban del glande. Suspiró al dirigir la mirada a la ya dilatada entrada rosa frente a sus ojos y dirigió su miembro hacia ella, sin preservativo como a él le gustaba, sentir a Erick en su totalidad.

BAD DADDY | JoerickWhere stories live. Discover now