Capítulo 30: Inocente

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ANTERIORMENTE EN ZONA DE AMIGOS:

Ah. Celia va a hacer una fiesta el próximo viernes —Dyl comentó.

Pues... Celia y Sandra ya no son amigas —Dyl me dijo. —¿Por qué? —le pregunté, entrando a su auto. —Por un chico —rodó los ojos.

Jayden empezó a hablar con la chica tonta lo cual me hizo enojar. Si se atreve a coquetearle juro que le doy una bofetada. Si alguien va a coquetear con él, voy a ser yo. Jadeé sorprendida. ¡Santa mierda! Me gusta Jayden.

Estamos planeando ir a las cascadas, ya sé que está helando, pero podemos hacer una fogata y asar malvaviscos —Kayla me dijo.

¿Aarón? ¿Qué no se iba a mudar? —Kayla preguntó confundida. —¿Hablas con él? —le pregunté sorprendida. —La última vez que hablé con él fue como una semana después de tu cumpleaños y me dijo que deberíamos salir... y mucha más mierda.

Aarón: te qiero mucho mucho mucho y
si, si me gustas, te me haces atractiva, pero
es algo diferente a un noviazgo, pk
siempre te vi cmo mi amiga y pfff se
puede decir ke eres mi mejor amiga. Te
qiero bastante de vdd.

¡Dyl sabía! Él sabía que lo de mudarse era el código para las chicas en el plan de Ari.

Al llegar a mi auto vi que había algo en el techo. Lo tomé y descubrí que era una barra de chocolate con un post-it.

—No llores por haber perdido el sol porque las lágrimas te impedirán ver las estrellas... xxJ—

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De repente se me escapa una sonrisa De esas que se mandan solas Y te ponen a pensar-Inocente de Alejandro Fernández-

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De repente se me escapa una sonrisa
De esas que se mandan solas
Y te ponen a pensar
-Inocente de Alejandro Fernández-


Lo primero que hice después de doblar y guardar la nota de Jayden fue encender el motor de mi auto y conducir directamente a la casa de Dyl. Él siempre se quejaba que nunca lo visitaba inesperadamente. Bueno, esta era una muy inesperada visita.

No me importaba que luciera como un mapache gracias a las lágrimas de rímel secas que cubrían mis mejillas. Quería una explicación y la quería ahora.

Tan pronto estacioné mi auto afuera de su casa, le envié un mensaje.

Los timbres habían pasado de moda... y no quería arriesgar a que su mamá abriera la puerta y me encontrara en el estado que estaba.

Cinco minutos después, Dyl salió de su casa y me encontró sentada en la acera. Felizmente se sentó junto a mí.

—Hola, cielo. ¿Viniste a visitarme? —me saludó, pero yo mantuve mi rostro hacia el suelo.

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