Capitulo 2 (2)

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Le sonreí.

-Vivo aqui con Luke, mi hermano mellizo. Él ocupa el segundo piso y no sale de ahí, por suerte -levanté la mirada, pero las ventanas del segundo piso estan tapadas por el techo del pórtico. Volví la vista al muchacho -.¿Y cómo sabes mi nombre?

-Lo vi en los carteles del pueblo, tonta -aclaró y sonrió-. Se alquila casa de huéspedes. Ver a Violet en el Ciudadano Kane. Anduve averiguando y unos lugareños me dice tu dirección.

No dijo "tonta" como lo decía Luke mientras parpadeaba, los ojos entornados y la sonrisa altiva. River lo dijo como si fuera un término cariñoso, lo cual me resulto ligeramente desconcertante.
Me quite la sandalia del pie derecho y golpeé los dedos contra el escalón de piedra haciendo que la falda amarilla se balanceaba sobre las rodillas.

–Bueno... Entonces, ¿quieres alquilar la casa de huéspedes?

-Sip- extendió el codo y se apoyó sobre su coche brillante. Llevaba pantalones negros de lino (de esos que yo pensaba que solo usaban los hombres españoles de barba incipiente en películas europeas que transcurrían junto al mar) y una camisa blanca. Había resultado extraño en otra persona, pero en el quedaba perfectamente bien.

-De acuerdo. Tienes que darme el primer mes de alquiler por adelantado y en efectivo.

Asintió y metió la mano en el bolsillo trasero. Extrajo un tarjetero de cuero y lo abrió. En el interior había un grueso fajo de color verde. Tan grueso que, una vez que separó el dinero que necesitaba, le resultó difícil volver a cerrar la billetera. River West se acercó a mi, tomó mi mano y depositó en ella quinientos dólares.

-No quieres ver primero el lugar? -pregunté sin quitar los ojos de los billetes verdes. Cerré la mano sobre ellos y los apreté con fuerza.

-No.

Le lancé una amplia sonrisa. Cuando me la devolvió, noté que tenía la nariz recta y la boca torcida. Me agrado. Lo observé alejarse hacia la cajuela del automóvil contoneando la cadera (sí, contoneando la cadera) como una pantera. Luego, extrajo un par de maletas viejas, de esas con correas y hebillas en lugar de cremalleras. Volví a colocarse la sandalia en el pie derecho y eché a andar por el estrecho sendero de frondosos arbustos. Pasé por delante de las ventanas cubiertas de hiedra, por el garaje de madera a la vista y me dirigí a la parte trasera del Ciudadano.

Eché una mirada por encima del hombro solo una vez. Venia detrás de mi.

Lo conduje más allá de la derruida cancha de tenis y del viejo invernadero. Cada vez que los miraba, se veian peor. Todo se había venido abajo desde que Freddie muere, y no se debe solamente a la falta de dinero. Ella se las había ingeniado para mantener la casa sin dinero. Incansablemente, había arreglado las cosas por su cuenta, aprendido conocimientos rudimentarios de fontanería y carpinteria, había limpiado, barrido y quitado el polvo dia tras día. Pero no era nuestro caso. Nosotros no hacíamos nada, salvo pintar. Me refiero a telas, no paredes, ni cercas, ni marcos de ventanas.

Papá decía que esa clase de pintura era para Tom Sawyer y esos huérfanos sucios. No estaba muy segura de si lo había dicho en broma. Probablemente, no.

En la cancha de tenis, brotaba el césped verde y brillante en me dio del cemento, y la red estaba en el suelo, deshecha y cubierta de hojas. ¿Quiénes habían sido los últimos en jugar al tenis? No podía recordarlo. El techo de vidrio del invernadero se habían desplomado. Todavía había trozos de vidrio desparramados por el suelo y, por vigas del edificio, crecían plantas exóticas en tonos de azul, verde Y blanco que trepaban hacia el cielo. A veces, solía ir allí a leer. Tenia muchos lugares secretos de lectura en el Ciudadano. Habían sido lugares donde pintar, antes de que abandonara la pintura.

Entre el Demonio y El Profundo Mar Azul.Where stories live. Discover now