Busqué un cuchillo y una cucharita, rompí mi piel con el cuchillo y a cucharadas saqué el veneno dulce y amargo que había dentro mío. Ese veneno lo contuve en un frasco y luego lo deposité en la bodega, en un rincón que nadie lo encuentre, que nadie ni siquiera se tropiece con él, donde ni la luz lo alcance. Tomé la cucharita y el cuchillo y los lavé con lágrimas y con mi memoria, y se fue todo, como siempre debió irse, como nunca debió quedarse. Para terminar cocí mi piel con un hilo rojo, y me dije esto cicatrizará solo, solo conmigo y con nadie más.
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Inmortalizando historias
Short StoryPequeños cuentos de la vida diría, lo intento resumir en pocas palabras. Aun no está terminado.