Capítulo 8

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La noche hermosa y solitaria brindaba un clima muy agradable, reinaba la paz y eso le reconfortaba  a la isleña, la cual se sentó buscando alguna respuesta para la ausencia del semidiós, prometiéndose así misma no caer en pánico, de hecho no contaba con la fuerza mental para hacerlo.

 La pierna le punzaba y el vendaje improvisado se encontraba empapado de sangre, con cuidado se despojó de la compresa y aunque la hemorragia se había detenido, la herida no pintaba para nada bien.

-Demonios.- exclamó Moana con dolor.

-Debiste usar la magia del pétalo en ti.

La profunda voz de Maui le tomó por sorpresa interrumpiendo el prolongado silencio; el sigilo  con el que se había posado en la balsa no dejó pie a que la chica se percatará de su presencia. Su voz era grave haciendo hincapié en aquella frase de reprobación, a Moana esto le molestó y respondiendo de forma igualmente un tanto brusca añadió:

-Créeme que tu estado era diez veces peor al mío.

Maui se arrodilló junto a ella la pálida luz de la luna iluminaba su semblante de preocupación.

-Te olvidas que soy un semidiós, he resistido cosas peores. - Continuó con un tono serio, muy inusual en él.- En cuanto desperté habías perdido el conocimiento, vi el estado de tu pierna así que volé a la isla mas cercana para conseguir esto,- dijo sacando de un morral de cuero un pequeño recipiente y bultos de lo que parecían ser trapos limpios.-Déjame ver tu herida.

Moana vaciló.

-En realidad creo que puedo arreglármelas sola.

-Rizos, déjame a mí.

La isleña aceptó, su herida no era en absoluto discreta recorría el costado iniciando a mitad del muslo y terminando un poco debajo de la rodilla, la piel circundante a ella se encontraba enrojecida y por encima de la rodilla en el frente tenía una yaga de quemadura.

Sin aviso previo Maui la tomó de la cintura y la cargo depositándola suavemente en la banca de del bote, ella no pudo evitar abochornarse por un momento y agradeció el cobijo que le brindaba la oscuridad para ocultar su sonrojo.

 Maui suspiró con cansancio al recorrer la herida y con maestría preparó los instrumentos para hacerse cargo de esta. Fue solamente el rocé de los dedos sobre la herida aplicando el ungüento, pero la calidez que desprendía de su tacto actuó como un remedio, una anestesia contra el dolor ardiente que le recorría el cuerpo. 

Cuando él untó el segundo bálsamo, la medicina le provocó un ardor y de la herida comenzó brotar una espuma blanca, la chica soltó un respingo de dolor.

-Lo lamento, olvidé decirte que la pomada arde, pero ya le tenías infectada,- Maui se tomó un momento para mirarla a lo ojos con profundidad.-  Solo a ti se te ocurre hacer una compresa con tela sucia.

-Bueno tenía que improvisar.

A esto Maui solo arrugó el ceño y meneó la cabeza negando sutilmente con reproche,  por último con los trapos limpios terminó vendándole.

-Gracias, por tratar mi herida.

-De nada.-Agregó guiñándole un ojo y regalándole una sonrisa torcida.

El cuidado y la ternura que Maui puso para tratar su herida la cautivó por completó, pero de pronto la imagen de él rodeando con sus brazos a la diosa  surgió en su memoria y nuevamente su pecho se oprimió de dolor, después de todo rememorando los acontecimientos que habían vivido el regalo de Te Fiti les había sido de mucha ayuda, por lo que la magia de los dioses no era del todo inválida cuando se trataba de enfrentarse entre ellos. Así que entre más rebuscaba se dio cuenta que el beso de Maui con Pele no se había significado la única opción. "Tal vez Maui deseaba besarla." El carraspeo del semidiós la llamó de vuelta de sus pensamientos.

Pídele tu deseo a una estrellaOù les histoires vivent. Découvrez maintenant