Capítulo 5

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Habían transcurrido ya varios días desde la estadía de la chica en la isla de Te Fiti, al principio todo parecía normal, el mar turquesa y el cielo azul eran los escenarios cotidianos que la acompañaban en su travesía, en algún punto que Moana no pudo identificar el paisaje comenzó a cambiar para dar paso a un cielo cuyo azul tomaba tonos grises y el mar antes turquesa reflejaba un azul profundo como si guardara una oscuridad palpitante.

La balsa por fin tocó la costa y la isleña se apresuró a bajar, el escenario era idéntico a la visión que le había mostrado Te Fiti, sin embargo, la sensación era diez veces más intensa, la arena de la playa se clavaba cruelmente en las plantas de sus pies, sumado al extraño clima que gobernaba sobre la isla, el paisaje era absolutamente contradictorio, lucía lúgubre, gris y triste opuesto a lo que percibían los sentidos de la isleña, la atmósfera exhalaba un calor asfixiante y era pesado como si una sutil pero constante fuerza la atrajera a la tierra quisiera abrazarla y no soltarla jamás. Moana revisó el perímetro y logró divisar aquel imponente volcán cuyo corazón guardaba como prisionero a Maui, enseguida miles de sentimientos se arremolinaron en su pecho.

-¡Bien, aquí vamos!- exclamó con más entusiasmo del que en verdad sentía, sin embargo, no dudó un solo instante para ponerse en marcha.

La chica no sabía si era cosa de su imaginación o si realmente a cada paso que daba la arena se incrustaba con mayor ferocidad en la planta de sus pies, si a cada paso le costaba más trabajo respirar, si a cada paso el sofocante calor se transformaba en un ardiente vapor que le quemaba la piel y le hacía sentir arder sus órganos internos; pero al final todo eso no importaba y cada paso era impulsado por un motor más importante que el cansancio o el dolor. El camino era agreste y a medida que avanzaba se iba dificultando un poco más, hasta que llegó un punto en el que no podía seguir avanzando el camino se tornó empinado y la única forma de subir era escalando, tomó la flor que llevaba sujeta a su cabellera, la evaluó recordando lo que Te Fiti le había mencionado: "Un pétalo es una ayuda, un deseo, pero a cada pétalo arrancado el hechizo perderá su fuerza..."

Moana contó los pétalos, eran ocho pétalos que parecían ser bastantes, sin embargo, existía la incertidumbre y Moana no dejaba de pensar que tal vez, necesitaría toda la magia posible en un futuro cercano, agregando que no sabía a ciencia cierta cómo era que funcionaba ese tipo de magia, así que volvió a afianzar aquella flor a se cabellera y escalar por sus propios medios aquél volcán imponente que parecía retar la, se dijo así misma tratando de convencerse que no podía ser tan difícil, no era la primera vez que lo hacía, ya antes cuando había ido junto con Maui a recuperar su anzuelo se las había tenido que apañar sola para subir hasta la entrada de Lalotai, así que se se puso en marcha y escaló, una mano, seguida de la otra, buscaba grietas, o hendiduras, al principio la tarea era sencilla pero mientras más subía, se dificultaba más y más , después de varios metros arriba los dedos de las manos y los pies le sangraban, el viento chocaba violentamente contra ella y la tarea de respirar se complicaba conforme pasaba el tiempo, llegó a preguntarse si había tomado la decisión correcta al no utilizar un pétalo, pero gracias a su obstinación borró esa pregunta de su mente y reiteró que había tomado la decisión correcta.

Como un gesto de piedad la isleña divisó algunos metros arriba una saliente de roca dónde podría detenerse a descansar, hizo acopio de fuerza y se apresuró a subir, cuando llegó se recostó de espaldas, el alivio fue momentáneo, el contraste de la fría roca con el apabullante calor era notorio, Moana se tomó algunos minutos para recuperar el aliento, observó sus manos para evaluar los daños, los dedos los tenía morados y manchados de sangre seca, había perdido dos uñas y estaba apunto de perder la tercera, pero gracias a la adrenalina que corría por su cuerpo no le dolía en lo más mínimo. Miró el cielo y se pierdo en la textura y tonalidades de gris en las nubes, solo podía oír el aullido del viento y a la lejanía el repique de las olas contra el risco. Cerró los ojos y se concentró en normalizar el ritmo de su respiración, hasta que esta se volvió acompasada, un exquisito sentimiento de paz la envolvió por completo, el alivio que le provocaba la fresca roca en sus músculos agarrotados le hacía desear quedarse tendida para siempre en ese lugar, y no quiso volver a abrir los ojos, se sentía tan bien, no había dolor, no había cansancio, poco a poco los párpados le pesaban más y más y las cosas que en su mente antes parecían una prioridad, dejaban de serlo, solo quería dormir, el peso que había cargado en sus hombros todo ese tiempo no estaba, y sintió alivio como hace mucho que no lo hacía, de una forma sutil comenzó a olvidar porque era que se encontraba ahí, como si un velo bloqueara sus recuerdos de una forma sutil pero gradual. De pronto un fulgor proveniente de ella a lado de su oreja izquierda captó su atención y llevó sus manos a el, sintió la textura de la flor que Te Fiti le había obsequiado, en ese momento como si recibiera un golpe una corriente eléctrica recorrió su cuerpo y todo volvió a recobrar sentido, su isla, su gente... Maui... Maui, era verdad ella estaba ahí por él, tenía que seguir, rescatarlo.

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