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| Dedicación: bssddemon |

Daddy Issues de The Neighbourhood.

Capitulo veintitrés: Pre-Middle Ages.

El amor era un simple huésped, la soledad siempre ha sido el fiel compañero.

✞

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Sucia.

De esa manera me sentía. Completamente sucia bajo la mirada de Abel, quien después de días, por fin volvía a dar la cara desde esa noche. Sus ojos se mantuvieron tranquilos, fijos en mi rostro. Pero se delata a si mismo cuando su labio inferior tiembla ligeramente y luego lo apresa con sus dientes. No pude evitar recordar cuando fueron mis labios los que estuvieron apresados por sus dientes, mi piel, mis pezones...estos mismos se yerguen ante el solo recuerdo.

Mis pensamientos se van a un segundo plano. No importa si no estoy peinada, o si me veo horrible con la vendita en el puente de mi nariz, o si soy un desastre por las mañanas. Lo único que ocupa mi cabeza es Abel, y lo mal que me hace sentir saber que lo había herido. Y peor aún, no saber cómo arreglarlo. Pues disculparme no era una opción, el castaño ni siquiera quería escucharme dándole los buenos días.

Para mi mala suerte, no podía siquiera moverme. Su mirada me mantuvo en un trance en el que no tengo completo dominio de mi misma, y es que en realidad Abel no sabía lo que me hacía, el poder que ejercía sobre mí, con simples movimientos mundanos y esa sonrisa inocente que contrastaba con esa fogosidad... en la cama. Pero ahora no sonreía, simplemente me observaba, y eso lo hacía mucho peor.

El menor de los Riox llevó sus manos a sus bolsillos traseros y se balanceó ligeramente desde adelante hacia atrás. Su cuerpo estaba recostado ligeramente de la puerta, en donde se había detenido cuando se dio cuenta de que estaba en medio de su camino, y casi íbamos a chocar. Me vi deseando ese choque para poder tocarlo.

Abel se llevó la mano y se rascó la mejilla izquierda en ese gesto nervioso pero tan dulce que lo había visto hacer varias veces.

—Phoenix.—murmuró. Y no fue segundos después que me di cuenta que esa ni siquiera era su voz, quien había hablado era Aleph, quien también había sido parte del club ignoremos a Phoenix por algunos días seguidos.  Y aunque me esforcé en lucir ignorante ante aquella situación, no podía evitar sentir el pequeño vacío en las mañanas, como cuando Aleph me coqueteaba en el desayuno, Abel velaba por mi seguridad y siempre me preguntaba como estaba, Kerman me daba la exclusiva vista de su escultural cuerpo cuando daba su caminata recién levantado y sin camiseta hacía la cocina, y hasta como cuando....Ader me observaba sin expresión alguna, o incluso cuando lo hacía con asco. Lo extrañaba.

—¿Mmh?—Murmuré en respuesta, pero mis ojos aún seguían sobre Abel. Quien miraba expectante a su hermano, pero aún así sabía que yo lo estaba mirando.

—Mamá dice que quiere verte, después de clases.—Su voz sonaba medio distorsionada, y cuando lo miré tenía esa paleta babosa en su boca. Me preguntaba si no tendría unas buenas caries, pues siempre tenía una de esas en su lengua. Me recordaba a ese primer día en la mansión, cuando su boca sucia me había confundido con una de las...conquistas de Ader.

—¿Aleph?—Llamé, con un tono que destilaba algo de preocupación. Ambos hermanos tenían su vista en mi.—¿Estás bien?

—¿Por qué lo preguntas, Phoenix?

Aleph se pasó una mano por el cabello, me fijé que lo tenía unos tonos más oscuro que el de sus hermanos, pasando a pelinegro. No pasé por alto como su voz sonaba a la defensiva, y tampoco que ya no me llamaba con ese mote largo que me había dado él mismo, y que disfrutaba decir en todo los tipos de tonos que poseía.

—No has dicho una sola grosería en dos oraciones. Estoy preocupada. ¡Oféndeme!

La sonrisa que esbozó Aleph hizo que el palito de la paleta en su boca se viera apretado por sus dentadura blanca.—Estoy jodida, puta, y encoñadamente bien...morena entrometida.—Y escucharlo, fue como llenar un cuarto de aquel vacío anhelante en mi pecho que me hacía sentir sola todas las noches.

Sonreí en respuesta y cuando quise volver mi vista hacia Abel, él ya no estaba. Se había ido...otra vez.

Y lo peor, es que ya me estaba acostumbrando a dicho acto.

[...]

Al llegar a las grandes puertas del coche, me vi sorprendida cuando noté la cantidad de decoración que esta tenía en la entrada, en colores que iban de rojo, a dorado y plateado. Fruncí el ceño, pues nada de esto estaba previsto en mi horario y estaba segura de que lo había leído completamente.

—¿PM? ¿Acaso hay una celebración del pueblo de la que no estoy enterada?—Fisgoneé. Puro músculo hizo una mueca parecida a una sonrisa y negó ligeramente.

—No es una celebración del pueblo, es una celebración hecha por los mismos Riox. Son los juegos Pre-Middle Ages.

Por un momento, estuve a punto de preguntarle que cosa era eso. Hasta que recordé esa mañana en la cafetería. Los juegos Pre-Middle Ages son para encontrar a tu pareja para el baile benéfico.

—Hmm, ya veo.—Asentí de forma suave. Por alguna razón, sentía que este día iba a ser...interesante.—No vengas a buscarme a la salida, ¿okey?

PM, sorprendiéndome, soltó una ligera sonrisa entre dientes que al segundo, después de darse cuenta, murió y su expresión seria volvió a tomar el dominio.

—¡Ay! ¡Pero qué amargado! Sé que te agrado mucho. Tú también me agradas aunque seas tan, tan, tan...aburrido.—pude ver como su labio temblaba queriendo ocultar  la sonrisa que se moría por esbozar.

—Buenos días, Señorita MountBatten.—Y eso fue suficiente para que terminara de irse.

Los pasillos se veían más estrechos por la cantidad de decoraciones que estos portaban, el bullicio de los estudiantes era incluso más alto que los últimos días, y había mucha gente correteando de aquí para allá.

Para mi suerte, no tuve que buscar a Grace, puesto que ella me encontró a mí. Venía de frente y sonreía a mi dirección.

Cuando ya estuvimos juntas incluso pude sentir sus nervios. ¿Por qué estaría nerviosa?

—¡Phoenix!

*.*.*

Vayan a leer mis otras historias

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Vayan a leer mis otras historias. Están facheritas, eh.

B, Yil.

Riox. © ✔️ [DL #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora