Capítulo 4 有缘千里来相会

163 45 57
                                    

Aún no me había deshecho del jet lag, por lo que desperté al igual que si hubiese echado una breve siesta, cansada y como si alguien me hubiese martilleado la cabeza. Seguía en posición fetal, con el maletín bien agarrado entre mis brazos y muslos; había hecho aquello muchas veces con la almohada, llamaba a cierta tranquilidad.

La televisión estaba encendida, no supe si había llegado a apagarse en toda la noche. Sobre la pantalla se podía leer que eran las siete de la mañana. Sin ventanas, la habitación del hostal parecía permanecer estancada en una noche perpetua. Comenzó entonces la reposición de un programa musical. Un grupo de unas siete chicas cantaba en playback mientras ejecutaban una elaborada coreografía. El programa estaba subtitulado, parecía coreano.

De pronto, la televisión cambió de canal.

—No aguanto esa mierda —dijo Huo desde la puerta del baño, totalmente desnuda, con el mando a distancia en la mano—. ¿Crees que habrá algún canal de rock?


Tenía la cabeza cubierta por una toalla blanca, el resto del cuerpo estaba perlado por decenas de gotas de agua. Los dragones tatuados en sus brazos se encontraban en la espalda para formar una elaborada tortuga de mil colores. Me miró y aparté los ojos de inmediato.

—¡Venga ya! ¿No te dará vergüenza que esté desnuda?  —preguntó mientras agarraba el paquete de tabaco de la mesilla más cercana.

—Te la debería dar a ti —dije escondiéndome tras el maletín—, no nos conocemos de nada.

—¿Qué sería de mí si no pudiese desnudarme delante de un desconocido?

Sus carcajadas resonaron en la habitación cuando regresó al baño con un cigarro sin encender entre sus labios. El ruido del secador de pelo cubrió a todos los demás. Al otro lado de la cama había una camiseta blanca y unos pantalones vaqueros bien doblados, con la etiqueta puesta. El secador dejó de sonar y su cabeza volvió a asomarse por la puerta, con el pelo todo revuelto y mojado.

—No he encontrado bragas... no tendrás problema en usar las mismas otra vez, ¿verdad?

«¿En qué momento había salido a la calle a comprarme ropa?» —me pregunté.


Salimos del hotel una hora más tarde, me había tomado un tiempo para darme una ducha tranquila, con el cerrojo echado en el baño y el maletín sobre la tapa del inodoro. La ropa nueva era de mi talla, Huo había acertado sin problema, por lo que me pregunté cuántas veces habría hecho algo así. También había comprado una mochila para llevar las cosas, lo cual nos daba un aire de universitarias que no llamaría mucho la atención.

Me explicó que ya había resuelto por cuenta propia el problema de la furgoneta que abandonamos junto al río y que no debía preocuparme por nada más. Caminamos un rato para alejarnos de la zona y buscar un taxi. Acerté a ver la marquesina de la boca de metro de Fenzhongsi, de la línea diez, al otro lado de la calle.

—¿Tienes algún nombre chino? —preguntó Huo.

—No, nunca lo he necesitado.

—Es un buen momento, ¿no crees?

—Me gusta Verónica, no necesito cambiarlo.

—¿No pretenderás que pronuncie eso? Tu padre se llama Yang Fei, tú puedes llamarte, por ejemplo, Yang Yang.

Puso los dedos índices sobre su cabeza, como si fuese un animal con cuernos. Se debía referir a una cabra, por el significado.

Tomamos un taxi en cuanto ella lo consideró y volví a recordar la persecución de los coches del día anterior. No pude evitar tensarme sobre el asiento trasero mientras observaba a Huo dar indicaciones al conductor sobre qué carretera tomar y cuál no. Desde el mismo momento en que nos conocimos no había dejado de calibrar cada uno de los pasos que tomaba.

Me sentí perdida.

Era mi segundo día en Beijing y ni siquiera había tenido tiempo para hacer lo que cualquier turista habría hecho en una situación normal. Mi vuelo había llegado por la mañana, había tomado un taxi al hotel y había intentado dormir hasta el momento de prepararme para la reunión con el notario. Entonces caí en la cuenta.

—Huo —dije desde la parte trasera del coche, preocupada por no molestar. 

Me miró desde el retrovisor del copiloto.

—¿Qué pasa?

—Tengo mi maleta en un hotel, tengo que volver a por ella.

—Olvídate de la maleta, puedes comprar ropa nueva.

—Pero tengo que hacer el check out, o van a seguir cobrándome la habitación —me quejé.

—Luego lo hacemos por teléfono, ¿en qué mundo vives?

«¿En qué mundo vivo?» Me pregunté a mí misma, como si aquellas palabras hubiesen desanudado todas las cuerdas de una marioneta sostenida desde lo alto. Dos días para perder perspectiva de todo lo que era y acabar por ser guiada por alguien a quien ni siquiera conocía. Sin embargo, no me quedaba más remedio que confiar en Huo, después de todo, me había salvado —aunque aún no sabía de qué.


Una melodía nos envolvió a través de los altavoces laterales del taxi por unos breves segundos de publicidad. Pensé en mi padre. Caminaba por un sendero rodeado de pinos, desde los cuales el sol era capaz de alcanzar el suelo en forma de difusos halos de luz blanquecina. Yo iba subida a sus hombros, tarareaba una cancioncilla de la que solo podía recordar la melodía, una melodía similar a la que acababa de sonar. Al igual que quien es separado de una extremidad y sufre del miembro fantasma, yo sufría de esa presencia que se había detenido años atrás, mediante una canción, mediante una música que al tararear parecía hacerme viajar en el tiempo. Lo sentía conmigo, pero sin mí.

Antes de que pudiera reaccionar, el vehículo se detuvo y Huo sacó un par de billetes para pagar al conductor. Esperé unos segundos en silencio mientras ella salía fuera y estiraba los músculos de la espalda. Dio unos golpecitos a mi ventanilla.

—¿Qué haces? Venga, sal de ahí.

Reaccioné, como quien despierta de un sueño. Huo abrió la puerta y me ayudó a salir tomándome de la mano. Señaló a la fachada de la calle opuesta, repleta de carteles de restaurantes, KTV y otros negocios. Los neones estaban apagados, pero aun así, el juego de colores y letras daban al edificio un aire futurista.

—Bienvenida a tu nuevo hogar, Yang Yang.


有缘千里来相会

(yǒuyuán qiānlǐ lái xiānghuì)

EL DESTINO LLEVA A LAS PERSONAS A UNIRSE DESDE LEJOS


BEIJING 888Where stories live. Discover now