La lealtad en la mentira

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Nota del autor: Dedicado a todos aquellos que leen esta pequeña historia, sobre todo a aquellos que se dan a conocer, gracias por leer.


(Ajuste: después de "el amor entre los recuerdos sangrientos")

Abrí mis ojos lentamente, deseando que todos mis hermanos en realidad estuvieran durmiendo, estaba tan mortificada. Me sentía culpable y sumamente apenada por lo que había sucedido la pasada noche, el que me hubieran visto llorar como un bebé no había estado jamás en mis planes. Suponía que la vida te daba grandes sorpresas, ¿Cómo había dicho la tía Natalie en mi sueño la otra noche?, a... si, "la vida es solo una broma". Empezaba a creer que mi vida era escrita por los todos los hijos más bromistas de Hermes.

Para mi mala suerte, no todos estaban durmiendo, algunos de los más grandes me observaban con una mezcla de lastima y tristeza, suponía que ver llorar como una niñita a la líder de tu cabaña no era lo más alentador ni confiable. Me levante de las piernas de Malcom con el ayudándome a sentarme, al parecer él tampoco había dormido. Mi vista seguía mirando al suelo, ¿cómo podía verles a la cara ahora?. La noche anterior había fingido quedarme dormida porque había caído en la realización de que todos ellos me estaban viendo llorar y esa era una debilidad que no me podía permitir, así que mientras fingía dormir, en realidad estaba haciendo planes sobre mi fuga de esta noche y las consecuencias o posibles consecuencias que mis acciones tendrían para los campistas, en especial para mis hermanos, debo decir que mis conclusiones no fueron muy alentadoras.

- ¿Te sientes mejor?- pregunto mi hermano Rodolf, era un chico rubio, con una sonrisa encantadora, dos años menor que yo. Su padre, era un médico forense de Los Angeles, Rodolf era un chico inteligente como todos, aunque su especialidad radicaba en química.

- Yo... si... gracias...- intente verlo a los ojos, pero no pude mantener mi mirada y la baje a mis manos las cuales las tenía hecha puños, lo que yo planeaba hacer... les traería grandes problemas

- Creo que deberíamos despertar a todos, ya es un poco tarde y tenemos que desayunar- sugirió con voz cálida Abigail, era una chica rubia ojos azul pálido, ocho meses más grande que yo, muy amable y muy madura para su edad, ella al igual que todos en la cabaña de Athena era muy, muy lista, solo que su fuerte eran los misterios, los acertijos y esas cosas, suponía que tenía que ver mucho con su padre, ya que él era Detective de la policía en Massachusetts. Solo asentí a su sugerencia, mientras los demás que se encontraban despiertos empezaban a levantar a los que estaban dormidos. En algún punto la mirada de todos se volvió a mí y me sentí cohibida, también sentí culpa, no solo no los había dejado dormir bien, sino que les causaría problemas, lamentablemente, no les podía decir lo que estaba pasando, si ellos no sabían nada, mi madre no descargaría su ira con ellos. Entre menos supieran los semidioses de esto era mejor, después de todo, Magnus era solo mi primo y era justo que solo yo, cargara con las consecuencias de estar relacionada con él. Aun así, sentí que debía disculparme, no solo por lo de todas las pasadas noches donde mis gritos y quejidos los habían mantenido despiertos, sino también por la consecuencias que mis acciones causarían.

- Lo siento- empecé, levanté mi vista, tragándome mi orgullo herido y magullado, esto era muy difícil para mí, pero si alguien merecía que me tragara mi enorme orgullo, eran ellos, mis hermanos, quienes habían estado aquí para mí, algunos más que otros, pero me habían apoyado y me habían seguido, uno de ellos quiso hablar, no lo deje- lamento todo lo que les he hecho pasar- solté una risa irónica- supongo que no es agradable que alguien te despierte con gritos o llantos, así que lamento eso.

- Annabeth...

- No Kelly, déjame terminar... yo, todos los días desde que mate a mi primer monstruo he abierto mis ojos sabiendo, que entre más monstruos mate, con seguridad, otros más aparecerán... y sé que tarde o temprano me enfrentare con alguno con más poder del que pueda manejar y voy morir. Eso está bien, lo acepte desde el momento en que el cuerpo sin vida de Thalia toco el suelo el día en que llegue a este campamento. Yo... solo quiero que recuerden; perdón por todos los problemas que les he ocasionado y por todos los problemas que seguro les ocasionare- dije con la seguridad de que eso realmente ocurriría, en cuanto se estableciera que era una traidora, todos mis amigos estarían en la mira de los dioses, pero ellos, mis hermanos, serian a los que peor les iría, así que antes de irme, les daría un regalo invaluable, les daría las herramientas para defenderse cuando yo no estuviera y les daría el conocimiento de que Athena, nuestra madre, no era una dulce mamá como todos creíamos- todos los planes están repartidos en esta cabaña- empecé, las expresiones de algunos cambiaron drásticamente a preocupación- así como también las direcciones de los raros semidioses que con el permiso de los dioses han formado una familia y sobrevivido fuera de este campamento, hay libros en la biblioteca que han sido seleccionados cuidadosamente para que los lean, están en el último librero de la biblioteca en la parte superior izquierda- aquí es cuando de verdad estaban preocupados, muchos tenían expresiones de alarma, seguro porque sonaba como si estuviera dando mi testamento, aunque pensándolo mejor, así era- en serio tienen que leer esos libros, créanme cuando les digo, leer esos libros algún día les podría salvar la vida... yo tengo que pedir perdón por muchas, muchas cosas- dije esto último para mí misma en voz baja con mis ojos llenos de lágrimas, pero luego recordé todo lo que Athena me había hecho pasar y declare con algo de furia- pero definitivamente no voy a pedir perdón por esto...- tome aire y lo deje ir- en ese lugar... -declaré- donde estaba la estatua Phartenos, habían cadáveres de semidioses- vi la expresión impresionada de varios de ellos, yo jamás había hablado sobre mi experiencia en la búsqueda de la estatua- no eran muchos, pero no eran simples cadáveres, eran hijos de Athena... como nosotros, todos ellos tenían en sus manos esa maldita moneda, la marca de Athena, y por sus ropas sé que todos eran de épocas diferentes, algunos eran hombres y otros mujeres, pero todos tenían algo en común... murieron solos y sin ningún tipo de esperanza...

Memorias de una ChaseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora