As de Corazones

Cosechas lo que siembras

La primavera llegó a la Ciudad de México con un séquito de jacarandas en flor, rayos de sol en la Alameda, buen clima para pasear por las calles de la ciudad, un cielo azul (que no se veía por todo el smog, pero de todos modos estaba ahí), y gente deseando salir a pasear en sus ratos libres, así fuera solo a comprar algo al miniso o a comer algo rápido, sólo para disfrutar del día.

Es decir, que Kyle y Marco llevaban días en pura chinga.

El maratón Guadalupe-Reyes y las promociones de San Valentín habían sido más que suficientes para correr la voz por toda la ciudad respecto a qué restaurantes servían comida deliciosa a buen precio, además de brindar una atención adecuada. El sazón conjunto de Kyle y Cass, la buena ubicación y la atmósfera acogedora y buenos precios en un lugar tan caro como Coyoacán habían bastado para colocar al restaurante en el centro de los rumores.

Con eso hubiera bastado para Cass, pero que Miguel facilitara que las mejores bandas de mariachi de los alrededores pudieran tocar ahí, y que Marco sugiriera y volviera el lugar ridículamente instagrameable, fue lo que terminó por sepultarlo en clientes al punto de ameritar lista de espera y filas todos los días, por lo que no tenían un segundo de descanso en la cocina.

Era halagador, pero a Kyle también le molestaba personalmente que la gente se la pasara subiendo fotos de su comida a cuanta red social existiera.

—La comida se come, no es para andar presumiendo en redes sociales. —Gruñía.

—¡Publicidad gratis! Eficiente y lucrativo. —Contestaba Hiro mientras posaba un plato para que Miguel le tomara una foto.

—¡Sii toman foto para presumir es porque sienten que el restaurante les da prestigio! ¿No te pone feliz por la señora Cass? —Contestaba Miguel, luego de tomar las fotos y dejar que Hiro las arreglara con mil filtros para subirlas a las redes.

—Sí, pero no le quita lo molesto.

Marco no dijo nada, porque no estaba presente. De hecho, llevaba un buen rato sin estarlo ya. Kyle suspiró al echar de menos sus ingeniosos modos de contestar, y es que su ausencia se notaba.

No podía enojarse: entre tantos clientes que iban y venían, uno de ellos resultó ser un productor que, atraído por el carisma, talento, esfuerzo y habilidad de su novio, le dio la oportunidad de grabar un EP y lanzarlo al mercado. Por supuesto, Kyle lo animó a tomar la oferta cuando Marco expresó dudas respecto a ausentarse demasiado o a no ser lo suficientemente bueno o profesional para el trabajo.

Aún así, Marco sólo firmó luego de que Miguel y Hiro echaran mano del restaurante y la familia Rivera entera para ejercer presión social y de que Kyle le asegurara que iba a valer mucho la pena y sólo quería verlo feliz cumpliendo su sueño.

Marco firmó y Kyle de inmediato vivió el temor que su novio había tenido: de inmediato le habían pedido que escribiera un par de canciones más las dos originales que ya tenía. La composición musical se le daba con cierta facilidad y había conseguido buenas calificaciones en sus clases sobre la materia, pero una cosa muy diferente era el conservatorio y otra grabar tu primer disco comercial.

Con lo perfeccionista que Marco era, saber que debía hacer sonar su trabajo menos "amateur" le dió un severo síndrome de visión de túnel donde, no importaba lo que escribiera, nada le parecía lo suficientemente bueno y siempre sentía como si se le hubiera secado el cerebro.

Kyle escuchaba de él todos los días, por supuesto, gracias a Miguel, quién ante la primer oportunidad que tenía salía disparado de su apartamento para dejar a su hermano en paz.

—¿No puedo ir hoy tampoco, entonces? —Preguntaba Hiro.

—¡No, si quieres conservar tu cabeza! Marco está vuelto loco, es la primera vez que lo veo tomarse algo tan en serio. Incluso está rechazando toquines pagados y me los deja a mí para quedarse en casa más tiempo a componer y a tocar.