Marco intenta coger por 30 paginas con música sexy de fondo

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Marco nunca había entendido el por qué la gente insistía en pasar tanto tiempo con su pareja, ni por qué los novios estrenando relación siempre parecían estar pegados por la boca, como si la otra persona fuera a desaparecer si dejaban de tocarse. 

Pero, como uno suele hacer con las cosas incómodas pero irremediables, se aguantó como un campeón. Y se aguantó cuando Miguel empezó a hacer lo mismo con Hiro, pareciendo estar pegado a su cadera cuando no estaba en la escuela, y también se aguantó cuando Abel se apendejó tanto con su novia que casi casi le puso casa aunque llevaban apenas dos meses de conocerse (no mames, pinche Abel).

Pero, si le preguntaban a él, simplemente no le veía sentido a estar como pendejo bien enculado con alguien. Era incómodo de mirar y, si le preguntaban, rayando en lo codependiente.

Claro, hasta que el acabo pendejamente enculado con alguien, porque el karma funciona de modos extraños.

Después de sus primeros besos y una confesión de sus sentimientos se había vuelto novio de Kyle, y todo lo anterior había empezado a cobrar sentido, y era la mejor cosa que le había pasado en la perra vida (al menos, hablando de amor, porque con la música nadie se mete). 

Kyle ya había sido su revelación sexual, pero nunca contó lo mucho que lo iba a afectar empezar una relación con él. Sus besos, maldita sea. Sus besos le doblaban las rodillas, hacían su corazón correr, sus mejillas enrojecer y no podía evitar sonreír aun mientras se besaban. Le encantaba la forma en que tomaba su rostro en sus grandes manos acariciando sus mejillas, como movía sus labios contra los suyos y el calor de su cuerpo. 

Podían pasar horas besándose hasta que les dolieran los labios y Marco no se quejaría, pero como seguía siendo Marco, obviamente empezó a querer acaparar más: rápidamente había descubierto la magia del faje, de los besos en el cuello, los toqueteos y los suspiros contra la piel. Se sentía bien y bonito… pero por supuesto, tuvo que toparse con la primera pared.

El problema era que ahora que Marco quería seguir avanzando, Kyle no quería hacer nada más que meter el freno. Era como si las manos se le quemaran cada vez que le tocaba bajo la cintura: las quitaba de inmediato. Y cada bendita vez que Marco intentaba llevarlo más allá, su novio se separaba de él para poner espacio entre ellos. Proseguía a darle un besito de piquito para después irse a otra habitación.

Y pues no se vale. No se vale que el único hombre que le despierta ese tipo de deseos lo aleje.

Sí, era caballeroso, tierno, y una parte de él agradecía lo mucho que lo respetaba su novio porque sentía claramente que él también se prendia cuando estaban juntos… y aún así, Kyle siempre lograba conservar la cabeza fría para alejarse. Suponía que era para no espantarlo ni presionarlo, y era muy dulce de su parte, realmente se había sacado la lotería…

Pero a él le gustaría que lo presionara contra la cama todo un fin de semana sin parar.

Estaba tratando de hacer que la cosa fuera orgánica, natural, y “que sólo fluyera”, pero maldita sea, ¡no estaba funcionando! ¿qué acaso tenía que decirle “oye me gustaría que me la metieras y metertela un día de éstos también”? ¿No era obvio lo mucho que lo deseaba?

Como en éste momento en que estaba sentado sobre él, besándolo y suspirando abiertamente cada vez que se separaban por aire. Poco le faltaba para restregarse contra la deliciosa erección que podía empezar a sentir presionar contra su trasero. Las manos de Kyle bajaron de su cintura a su cadera, sacándole un escalofrío que se sintió como una victoria. 

Excepto que el chef aprovechó su agarre en su cadera para apartarlo.

—Espera. Para un poco… Marco, quiero hablar contigo sobre algo... —Susurró el chef con la voz rasposa por los minutos que llevaban besándose, para frustración del moreno.

As de CorazonesWhere stories live. Discover now