Capítulo 7. Lista roja

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Disclaimer: Los personajes no son de mi propiedad ni autoría.

Universo Alternativo

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Siempre es levemente siniestro volver a los lugares que han sido testigos de un instante de perfección.

- Ernesto Sabato

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Jane y Lisbon escuchan la determinación oficial de los doctores tras la muerte de la castaña: la causa se debió a una lesión cerebral traumática proveniente de algún golpe; imposible de identificar debido a que ella solo reportaba mareos y fatiga, y se rehusaba a que cualquiera que no fuera el consultor la viera.

El rubio imagina la agonía que la chica debió vivir soportando todo ese dolor por tanto tiempo. Cuando percibe la mano de Lisbon sobre la suya, él reacciona, dejando de mirar los tapetes recién lavados del taxi en el que iban, mientras observa como el brillo habitual en aquellos ojos verdes se estropea entre rastros de preocupación y angustia.

Él se limita a sonreírle y después ella se aparta. Jane es consciente de la carga que representa ser él mismo y entiende que, si no pretende cambiar, acabará muerto por una bala intangible directo al corazón.

El vehículo amarillo llega hasta la casa de la pelinegra. Después de pagar la cuota, ella camina hasta la entrada de su departamento seguida por el consultor. Una vez dentro, una invisible tormenta de nostalgia e inquietud se halla impregnada.

—¿Quieres comer algo? —La de ojos verdes avanza hacia su cocina mientras su acompañante se recarga en la barra.

—Té, por favor. —responde.

La observa moverse a través del lugar, revisando cada gaveta hasta que, por descarte, ella sabe que lo que busca está en una que no puede alcanzar.

—¿Puedes ayudarme? —Se dirige con delicadeza al de rizos. Él sonríe y después se aproxima, quitándose el saco para su comodidad.

—Teresa Lisbon pidiendo ayuda, ¿quién lo diría? —Se burla.

—¿Quieres tu estúpido té o no? —Ella se defiende.

—No te molestes, tanta ira no te cabría. —Vuelve a contraatacar, riéndose y estirando el brazo para alcanzar la alacena de hasta arriba.

—Muy gracioso Patrick. —Lo golpea en el hombro, causando que el pequeño frasco de vidrio que contenía el té se balancee antes de caer por el espacio vacío entre sus cuerpos.

La pelinegra se acerca para evitar que el recipiente choque con el suelo y Jane ríe de nuevo. Sus cuerpos están bastante cerca ahora. Ella levanta la cabeza para mirarlo a los ojos. Balbucea nerviosa, y sus acciones son imprecisas y tontas.

—Aquí está el frasco, un simple truco. —El consultor respira con moderación, calmando a su acelerado pulso consecuente a la cercanía de su amiga. Ella continúa inmóvil—. Haré la cena.

—Está bien. —Por fin las palabras salen, y aunque se hubiese negado ante aquella propuesta, pronto buscaría como arreglárselas.

Al final, la agente terminó por convencer al rubio de que era más apropiado ordenar algo de comer, a lo que él no se opuso y, más tarde, ambos estaban disfrutando de pastas italianas en la sala. Resultó que, en fingir que nada había pasado, ambos ya eran expertos.

—Lisbon —el hombre atrapa a su amiga justo cuando ella sentía que el bocado de boloñesa que se llevaba a la boca era el más exquisito de su vida—, lo resolví.

Caos de heridas | Jisbon حيث تعيش القصص. اكتشف الآن