Capítulo 1. Rojas segundas oportunidades

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Disclaimer: Los personajes no son de mi propiedad ni autoría.

Universo Alternativo.

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En verdad hay sentimientos que es mejor que se queden en lo platónico; y es mejor recordarlos así, irreales, inalcanzables, porque eso es lo que los hace perfectos.

- Gabriel García Márquez

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Una chica de orbes verdes recorre a oscuras, una calle solitaria. Su cuerpo le resulta pesado, similar a una masa sonámbula que divaga sin rumbo. Exhala con pesar, mientras recuerda  los asuntos que aún debe resolver.

Ante su falta de ánimo, ocasionada por su excesivo pensar, decide regresar al buró para pedir un descanso.

—Me iré a casa, nos vemos mañana. —informa al resto de su equipo. Su excusa se basó en un aparente cansancio físico que fingió con facilidad.

Va en busca de su auto al estacionamiento e ingresa a este. Mientras sostiene con fuerza el volante, observa la pantalla encendida de su teléfono en el asiento a su costado. Resiste a la necesidad que llamar a su consultor una vez más representa, tras no saber nada de él durante los últimos meses. Termina por encender el vehículo y ponerse en marcha, sacudiendo la cabeza para ahuyentar a su instinto recurrente por tomar decisiones precipitadas.

En la autopista, el aire apenas consigue filtrarse por la ventana debido a la lentitud con la que ella avanzaba. Se detiene para respetar la luz roja de un semáforo, misma que ignora un momento cuando cambia a verde, recibiendo en consecuencia, variaciones de sonidos de claxon que los vehículos de atrás suyo le proporcionan.

—¡Muévase mujer! —Le grita un transeúnte furioso.

Ella pisa el acelerador. Pone el auto en movimiento.

Mientras aún conduce, piensa en lo mucho que su mente la mantiene atorada, perdida entre los días, sintiendo como su vida profesional y personal se desmoronan. Está consciente de la importancia de cuidar de su estado psicológico y, aunque aquello le parezca grave, decide dejarlo pasar esta vez. Por ahora, prefiere dejarse llevar por esa corriente que envuelve a los seres humanos y cuyo único propósito es mantenerlos con vida: su instinto de supervivencia.

No tarda mucho en llegar hasta la calle donde reside y comienza a disminuir la velocidad de su vehículo para poder estacionarse a un costado de la acera. Ya era bastante tarde esa noche, así que intentaba no hacer mucho ruido para no despertar al vecindario.

—¡Buenas noches, Teresa! —Escucha a alguien nombrarla, y en respuesta, desvía su mirada en su búsqueda.

—¡Hola! —Levanta una mano para devolverle el saludo a Maggie, su anciana vecina, una vez que la ha localizado parada en la acera a las afueras de su residencia.

Esa pequeña distracción le resulta cara cuando por error, se impacta con un auto frente a ella. La alarma del vehículo se enciende, al igual que las luces de, por lo menos, cinco casas cerca suyo; la agente agacha la cabeza con vergüenza y se cubre la cara con la mano. Baja para disculparse con el dueño del clásico marrón de los 90's que ahora, tiene una abolladura visible en la parte trasera.

—¡Dios mío, como lo siento! —Su voz es suave, acompañada de un tono de preocupación, pero con la bonhomía de siempre.

Se percata que no hay conductor justo después de haber echado un vistazo por la ventana del asiento de este. Ninguno del resto de los residentes se acerca en reclamo, por lo que ella intuye que el vehículo no pertenece a ninguno de ellos.

Caos de heridas | Jisbon Where stories live. Discover now