Capítulo 6. Una copa de Le Pin

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Disclaimer: Los personajes no son de mi propiedad ni autoría.

Universo Alternativo

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Si nada nos salva de la muerte, al menos que el amor nos salve de la vida.

-Pablo Neruda

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Seis meses atrás. 7:45 p.m.

—¿Qué se supone que va a ocurrir? —pregunta Risgby.

La unidad de crímenes mayores, a excepción de la pelirroja, se encontraba en una de las múltiples habitaciones vacías que la mansión Grayscale resguardaba, a la espera de lo que Jane había proclamado como un digno espectáculo.

—Calma, todo se revelará. Se lo prometí a Lisbon. —bromea el rubio.

Antes de arrojar a VanPelt a la boca del lobo, se habían asegurado de tener la vigilancia completa de la casa, por órdenes del consultor, con especial enfoque en el camino que conducía a la salida del viñedo, el pasillo que daba a la habitación de Mara y el pasillo donde se alojaba el personal.

También, tenían el control de los teléfonos de los residentes mediante la red de una antena para que, de esta forma, cualquier llamada realizada dentro de su radio de alcance, pudieran escucharla.

—Ya es hora, atentos. —avisa Cho.

Los presentes dirigen sus miradas a las pantallas frente a ellos cuando el sonido del timbre inunda la casa.

El señor Grayscale, vestido con sus mejores y más caras prendas, se pavonea con elegancia mientras atraviesa presuroso la sala, suspirando justo antes de abrir la puerta de la entrada.

—Buenas noches, señorita. —saluda lo más cortés que su mente pervertida le permite.

—Buenas noches guapo. —responde una mujer de vestido carmín.

El consultor, quien presenciaba toda la escena desde su escondite, aconseja a la pelirroja a través del auricular:

—Grace, creo que fue demasiado. No te esfuerces mucho, solo sigue así, ya es todo tuyo. —Cuelga.

—El señor Jane me habló sobre usted, dijo que necesitaba un contrato para esta noche. —El inversionista invita a pasar a la chica y la conduce por su amplia casa.

—Así es. —contesta sonriente.

Cuando ambos han llegado hasta la sala, se mantienen charlando acerca de intereses comunes. VanPelt vendía su acto a la perfección, atendiendo a las palabras de Jane y apegándose al plan, el cual, estaba saliendo de maravilla.

—Disculpe, necesito firmar los papeles pronto para no retrasar mi vuelo. —exclama la pelirroja.

—Veo que tiene prisa. —ríe su acompañante—. Déjeme invitarla a unas copas antes. —Se levanta y camina hasta su cocina, dejando libre su sala.

Entretanto, desde algún lugar dentro de la casa, Cho observa a la hija adolescente asomar la cabeza por la puerta de su habitación con el teléfono en la oreja y deduce que está haciendo una llamada­.

—Intercepta eso. —Le ordena al castaño, quien reacciona de inmediato para atender a la demanda de su amigo.

Por las bocinas de la computadora se escucha el mensaje:

«—Mamá, el hombre dijo que era la tercera vez que esa tal Julienne Oxford venía a ver a papá. Es otro cabo suelto que debemos arreglar.»

El rubio emite una risita después de que la habitación vuelve a estar en silencio, recibiendo la mirada de fastidio de la pelinegra.

Caos de heridas | Jisbon Where stories live. Discover now