Black

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Cassie.

Si les dijera que ese día había elegido negro, sería una mentirosa.

Rojo.

Ya saben qué cosas son de color rojo, ¿cierto?

Bien, pues ese día pensé que debía usarlo. El color rojo. Pero no porque estuviera enamoradísima, sino porque ese día sería la primera función de la obra de teatro, y mi escenografía saldría a la luz por primera vez en mes y medio.

Era sábado, pero para mi mala suerte debía levantarme temprano. Desperté con la alarma que había puesto en mi celular, bailando medio dormida al ritmo de una vieja canción de Taylor Swift que venía escuchando desde que tenía diez. Me duché y me puse el vestido que había comprado el día anterior con mamá y Marcos, y que le había mostrado a Katie por FaceTime, ya que ella estaba entrenando.

Al salir, una nueva oleada de tristeza arrasó con cualquier rastro de felicidad que pudiera quedar en mi mente. Hace dos días que Malcolm había regresado y me había gritado que Finn era un mentiroso. Y yo aún no sabía si creerle o no. Debido a ello había evitado al último a toda costa en los pasillos; me escondía en el baño de chicas cuando oía su voz, y le pedía a papá que me recogiera todos los días apenas sonara la campana, por lo que también le había pedido a todos los profesores si podían dejarme salir tres minutos antes. Como entregaba todos los trabajos antes de lo estipulado y ya no hablaba con mis compañeros de fila sobre gomitas o bombas nucleares, no habían puesto problemas en ello.

Sin embargo, aunque no lo viera, él seguía enviándome mensajes. Y yo los respondía, con toda la naturalidad del mundo, aunque había eliminado todos los mensajes que le había enviando antes porque me sentía patética y pensaba que él se reiría de mi estupidez. La duda sobre si Malcolm decía o no la verdad me carcomía la cabeza, y por ello durante estos últimos días no había parado de recibir preguntas de parte de papá o mamá sobre si necesitaba algo o si me sucedía otra cosa.

Me puse los clips y me até los cordones de las zapatillas, asegurándome de hacerlo bien. Estar en un dilema me había ayudado a tener más tiempo para concentrarme en las cosas básicas, como no olvidar que debía peinarme en las mañanas o echarle miel a los panqueques.

Bajé las escaleras y como mis padres aún no estaban listos, saqué mi estuche y comencé a dibujar cosas en mi libreta, con una pluma negra. Cuando la tinta se secó coloreé los trazos con plumones de distintos colores, e hice los detalles con los lápices de gel con aroma y brillitos. Para cuando terminé, ellos estaban desayunando.

–Uy, estás lista y despierta. ¿Por qué tan temprano?– preguntó mamá cuando me senté a su lado, contemplando los waffles con fresas y crema batida. Era extraño que ellos hicieran eso, ¿estábamos celebrando algo?

–Por la obra. Oigan, ¿celebramos algo?

–Pero la obra es en la tarde, Cass. ¿Leíste mal la invitación? Te dije que no pintaras el sobre, porque podía ensuciarse el contenido...

–Es que era muy pintable. Oye, ¿por qué hay crema y fresas?

Mamá miró a mi padre con alguna clase de emoción que no pude descifrar, y luego me tomó de la mano, acariciando mi dorso con cariño. Fruncí el ceño, le apreté la mano levemente para demostrarle que lo apreciaba, y con algo de dificultad corté un trozo de waffle con el tenedor y me lo metí a la boca.

–Es que has estado muy triste estos días, y pensamos que esto te alegraría un poco.– dijo mamá.

–Dulzura, ¿pasa algo? ¿Necesitas ayuda con la escuela o con algún asunto?– siguió papá.

Dejé de masticar y los miré a ambos, porque por unos segundos pensé que lo sabían todo y que me estaban poniendo a prueba. Pero parecían genuinamente preocupados y en sus ojos no había nada más que cariño infinito. Consideré la posibilidad de decírselos, de hablar con ellos, como todos los consejeros escolares en la hora de bienestar nos decían, porque la comunicación con los padres era fundamental, y bla bla bla. Pero después recordé que mamá me lo había advertido, que los chicos eran de cierta manera y que ella me aconsejaba no salir con Finn... y las ganas se esfumaron. La parte orgullosa e inmadura de mí quería que ellos no tuvieran razón, aunque fueran más experimentados que yo en estos asuntos, porque ya los habían vivido. Así que les dije que estaba algo decaída sin razón alguna, pero que los waffles en serio me habían alegrado.

ʜᴀɪʀ ᴄʟɪᴘs ♡ ғɪɴɴ ᴡᴏʟғʜᴀʀᴅWhere stories live. Discover now