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Luego de que la ONU se enterara de que México había sido rescatado y hospitalizado, decidió mandar un par de oficiales y a él psiquiatra que actualmente lo estaba atendiendo. Sin embargo, no estaba tranquila, decidió visitar ella misma a la familia latina. Ellos la reconocieron de inmediato. Secaron sus lágrimas rápidamente e hicieron un intento de levantarse para saludarla.

No se levanten, por favor —caminó entre aquellos países—. Vine a ver a su hermano.

—Claro, pe'. Está ahí, con España.

ONU ingresó a la habitación agradeciéndole a los hermanos de México por su ayuda para poder encontrarlo. Al entrar, se encontró con el psiquiatra, España y un muy delgado y débil México. Se sentó en una silla sin hacer ruido.

México, ¿tu sabes quien fue el responsable de todo esto?

—Si.

—¿Cómo supiste quién era?

—Bueno, todo el tiempo que estuve ahí trataba de averiguar quien era. Le llamé por el nombre de otros países, pero lo negaba. Un día simplemente bajó sin la máscara y me dijo que no lo odiara por todo lo que me hizo.

—¿Podrías decirnos quién es?

—No.

—México... —España reprendió a su hijo.

—No, no voy a decirlo. Sé quien es, pero no pienso revelar su identidad, arruinaría su vida. Y lo más seguro es que ya sepan quien es.

—México.

La voz de ONU los tomó por sorpresa a todos, no habían notado su llegada. Su tono tan tranquilo y sereno los calmo inmediatamente. Se levantó de su lugar y se acercó a ellos.

Sabemos que estos tres años fueron difíciles para ti, es la primera vez que sales de aquel oscuro sótano y puedes sentirte a salvo de quien te lastimó —se detuvo justo al lado del psiquiatra—. Pero queremos que se haga justicia en tu nombre y para ello necesitamos que nos digas quien fue aquella persona que te hizo tanto daño.

ONU, es que no puedo decirlo, yo... Yo lo amo.

—México, no. Tú no lo amas. Por favor, dinos quién es, debemos hacer justicia en tu nombre y que ya no estés en peligro.

Lo siento...

Permaneció en silencio. ONU lo miro angustiada, caminó de un lado a otro en aquella habitación mientras España trataba de convencer a su hijo de que revelará la identidad de aquella persona. México seguía sin revelar su identidad.

Necesito que salgan de aquí un momento, debo hablar con México a solas —España y el psicólogo salieron de aquella habitación.

ONU se acercó al mexicano, quien comenzó a temblar por el miedo a estar cerca de otra persona. La organización se detuvo, dándole su espacio al latino. Respiro profundo para tratar de tener paciencia.

México, él abuso de ti en todos los sentidos —México agachó la cabeza—. ¿Me vas a decir que a pesar de violarte en repetidas ocasiones lo seguirás defendiendo? Mira cómo te ha dejado. México sólo escucha. Dinos quién es, prometemos no hacerle daño alguno.

—ONU... No puedo —comenzó a llorar—. Sé lo que me hizo, sé que está mal. Debo odiarlo y no puedo.

Por favor, México.

Tomó sus lastimadas manos con delicadeza. México sollozaba sintiendo la calidez de ONU con el tacto. En el fondo quería ayudar, quería hacer justicia, pero sentía que no podía traicionar a quien más amaba.

Sólo dime cuanto tiempo llevas sin comer, o sin ver a tu secuestrador —le dijo con un tono de voz tranquilo.

Dos días antes de que me trajeran aquí.

Hace dos días USA y Rusia estaban con la FBI. Seguían ahí. Tenía que ser uno de ellos dos, pero debía hacer que México hablara, tenía que darle por lo menos una pista. Pero había un problema. Ambos eran rubios, ambos eran altos, ambos tenían ojos azules, ambos tenían hermanos. Pero sólo uno de ellos era lo suficientemente loco como para dañarlo así.

¿Quién fue? ¿USA o Rusia? —México negó con la cabeza—. Estoy casi segura de que fue alguien que tenía el hacha que Canadá le regalo a Ucrania. ¿No te parece? La cuestión aquí es saber si fue el hermano de Canadá, o el de Ucrania.

—Ya basta, no diré nada.

—¿Qué tal si privamos de su privacidad a la persona equivocada? Aquel que te daño seguirá haciéndolo y nosotros ya no podremos hacer nada porque tenemos al equivocado.

—Basta, ONU, por favor —se cubrió el rostro evitando llorar.

Bien, pues di el nombre. México, sólo es un nombre. Por favor hazlo.

Sollozo nuevamente limpiando sus lágrimas y sorbiendo su nariz. Observó a ONU, parecía que no se daría por vencida tan fácilmente, quería el nombre de aquel que lastimó a México, quería hacer justicia por él. Pero él no quería, y no sabía por qué.

Quién me hizo todo esto... Fue...

Síndrome de Estocolmo: 100%

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