Grace

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Los días habían transcurrido con la mayor naturalidad posible que puede haber en un hospital. Llamados de enfermeras y doctores por los altavoces, más para alguna emergencia con algún paciente que por otra cosa y la misma enfermera entrando todos los días para cambiar las vendas y limpiar las heridas del rubio.

No había dejado que ningún hombre lo tocara, no le importaba que fuera del personal médico. No puede ni siquiera tener cerca a ningún hombre sin que le de un ataque de pánico, y es que no puede controlarlo. Sabe que los doctores y enfermeros son buenas personas, pero solo pensar que lo toquen hace que se estremezca de miedo. Ni siquiera había dejado que alguno del equipo se le acercara. Por lo que la doctora Lee, una mujer algo mayor con varios años en el hospital, se encargó de atenderlo voluntariamente. Ya había tenido casos así por lo que no era un reto para la mujer.

Todos esos días en el hospital no había hecho nada más que llorar recordando su cautiverio en manos de aquel desgraciado que lo torturó, violó y abusó sabiendo que desde ese momento en adelante ya nada sería lo mismo, que ni él ni nada a su alrededor sería lo mismo. Lloraba porque su equipo no fue a buscarlo, porque se rindieron a la primera prueba falsa que tuvieron en frente. Le duele saber que jamás fue lo suficientemente importante como para seguir buscándolo.

La doctora Lee había sido de mucha ayuda al detective. Se había ganado su confianza y por lo cual la doctora se había convertido en su psicóloga informal. Así que sabía todo lo que Danny sentía desde que lo secuestraron hasta que abrió sus ojos en el hospital. Esta le había aconcejado que no guardara rencor contra sus compañeros e intentaba explicarle que ellos sí lo encontraron, que le habían dado vuelta a la isla por encontrarlo, pero cada vez que tocaban ese tema, el rubio lo cambiaba. No soportaba hablar de ellos y no podía lanzarle la información a la fuerza. Y cuando hablaban de lo que vivió en su secuestro, no podía evitar llorar.

Lo único que quiere ahora es ver a su pequeña y abrazarla para no soltarla por un largo tiempo. La extraña y necesita sentir sus bracitos cobijarlo para sentirse seguro y fuerte otra vez. Su pequeña Grace es todo lo que le queda, lo único que tiene para aferrarse a la vida de nuevo.

Cuando creyó que estaba por tocar la luz, solo podía pensar en su niña. En que la dejaría sola, y que crecería con odio hacia él por haberla abandonado. Pensar en eso de nuevo le duele tanto como en ese momento. Ya había perdido la fe en su equipo y solo le quedaba su pequeña, pero en ese entonces era casi imposible pensar que saldría con vida y solo podía resignarse a morir y esperar que el destino no fuera tan cruel con ella. Aunque siendo él, no podía evitar pensar en los miles de escenarios crudos del futuro que la vida le podría poner a su hija en el camino.

Sin embargo, dejando de lado su pesar interior, su cuerpo se había recuperado casi en su totalidad. Los moretones que cubrían cada parte de su piel se habían borrado casi por completo, las heridas antes abiertas, ya estaban cicatrizadas, sus huesos rotos ya habían sanado. Ya no se le veía pálido y las ojeras habían desaparecido gracias a los buenos cuidados de la enfermera y de la doctora Lee.

Aunque le es difícil moverse pues aún le duele el cuerpo y ha pasado mucho tiempo en la cama sin levantarse, intenta colocarse su ropa para irse a casa. Ya estaba más que bien —al menos físicamente—, así que la doctora Lee le ha dado de alta. Su ropa se la ha traído la misma enfermera que lo ha cuidado estos últimos días pues ya no confía en nadie.

—Como te dije antes, Danny, puedes visitarme aquí o en mi casa las veces que sean necesarias. Siempre puedes contar conmigo. —La mujer le sonríe arrugando un poco su rostro.

—Gracias, doctora. Le agradezco todo lo que ha hecho por mí.

Se abrazan como despedida y cada quien toma su rumbo. Danny no pierde tiempo y, ya que no sabe dónde estará su Camaro, toma un taxi con destino a la casa de su ex-mujer en busca de su pequeña. No puede esperar más para verla y ahora que ya no parece un zombie, su hija no hará tantas preguntas sobre por qué no estuvo por casi un mes. Aunque quien sí hará preguntas será Rachel.

Baja del taxi y le paga al hombre para después correr al portón de la casa.

—¿Rachel? Soy Danny, ¿está Grace ahí? —Habla rápido de la emoción.

El portón se abre y el rubio vuelve a correr a la entrada de la mansión, la cual se abre dejando ver a la mujer británica con la sorpresa pintada en su cara. Esta al llegar al rubio, lo abraza como si dudara que estuviera ahí. Danny no hace más que devolver el abrazo.

—Daniel, ¿qué...? —Empieza la mujer separándose—. No puedo creer que estés aquí, me alegra tanto.

Sus manos recorren el pálido rostro del rubio, sus hombros y sus brazos como asegurándose que es él de verdad.

—Pues claro que estoy aquí. ¿Y Grace?

—Está con Stan en el parque, pero pasa. —Ambos entran y se van a la cocina, cada uno a cada lado de la isla—. No puedo creer que estás aquí. Cuando me dijeron que te secuestraron, pensé en Grace y en cómo le explicaría que no estabas. —Le pasa un vaso de agua—. Gracias al cielo Steve estaba en ese momento y le mintió para no decirle lo que estaba pasando.

—Lo sé. —Suspira triste e incómodo tomando un trago de su vaso, tanto por escuchar que su pequeña había sido engañada porque no es capaz de asimilar la verdad como por escuchar el nombre de Steve.

—Luego me dijeron que te habían rescatado y que estabas en el hospital. Quise visitarte pero Stan ha estado de viaje y yo me quedaba con Grace. Hoy regresó y pues, pensaba en ti cuando escuché tu voz por el intercomunicado de la entrada.

—Qué coincidencia. —Suelta una pequeña risa. La mujer rodea la isla hasta quedar frente a frente.

—En verdad, lo siento. —Posa su mano sobre la del otro—. Todo lo que viviste debió ser horrible.

El más bajo se remueve aún más incómodo ahuyentando a las lágrimas que amenazan con desbordarse de sus ojos. No piensa llorar frente a su ex, eso sería el colmo. Pasa saliva para calmarse y como un regalo caído del cielo, el sonido de la puerta los alerta. La mujer se separa y Danny puede respirar mejor.

—¡Danno!

El grito de su pequeña hace que su mundo se detenga y que su corazón se acelere de alegría. La primera vez que se sintió así fue cuando escuchó su primer lloriqueo el día que nació. No sabía ni sabe explicar la emoción que siente al escucharla. Con sus piernas temblando se gira para poder verla pero sin darle tiempo a reaccionar, la pequeña se lanza sobre él abrazándolo con fuerza.

—Te extrañé mucho.

Sus ojos se llenan de lágrimas que intenta retener aunque más de alguna rebelde se le escapa. Estruja con fuerza el pequeño cuerpo de su hija después de tanto tiempo sin verla y sin querer, libera un ligero sollozo. Al fin está con Grace, su pequeña Grace.

No puede pedir más, tiene en sus brazos a lo más preciado de su vida. Siente cómo se llena de fuerzas de nuevo, cómo el dolor de sus músculos y de su alma desaparece.

—¿Por qué lloras, Danno? —La pequeña se separa de él y le limpia las gotitas de agua salada que manchan las mejillas del rubio.

—Solo estoy feliz de verte, cariño. Te amo.

Vuelva a abrazarla depositando varios besos sobre la coronilla de la niña. La pequeña abraza gustosa a su padre por tenerlo de vuelta. Le hacía falta el calor del mayor y se había preguntado varias veces dónde había estado a lo que su tío Steve, como ella lo llama, le dijo que estaba ocupado por trabajo. Ahora sólo disfruta de que su padre no volverá a irse.

Así como el rubio disfruta de volver a tener a su pequeña entre sus brazos devolviéndole las fuerzas que necesitaba.


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¡Hola!

Creí que tardaría más en actualizar porque tenía la mente en blanco y no sabía cómo continuar, pero gracias a los dioses hawaiianos he podido sacarle algo de provecho a mi mente y escribir el capítulo de hoy, así que disfrútenlo :3

Nos leemos pronto 737

KattaLuna🌙

Trust in me - Fanfic McDannoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora