Alex asintió con el ceño medio fruncido. -Sí, ¿No te lo dije?

-No.

Alex encogió los hombros y se terminó de beber el café.

Era la primera vez que yo parecía la obsesiva y Alex la persona normal en nuestro dúo. Ella era la interesada en saber la vida de las demás, no yo, pero por alguna extraña razón quería saberlo todo. Saber quien era, sus gusto, a donde había estado todo este tiempo, como era estudiar desde cae, porque su rostro y su nombre me parecían tan familiar.

Inmediatamente comencé a hacer un pequeño paseo por distintos lugares. Me paseé por la iglesia, los partidos del equipo en el que estaba Brad en el instituto porque puede que Bryce haya ido a verlo a alguno, el baile de graduación por sí, de nuevo, Brad lo hubiese invitado. También deambulé por los recuerdo un poco más viejos ahora por el puesto de la madre de Brad, fiestas a las que había ido. Pero nada. No había rastro de Bryce en esos lugares.

Tuve que salir de mi trance cuando el móvil de Alex comenzó a sonar. Sin embargo, Alex sólo rodó los ojos y giró el móvil boca abajo. No respondió.

-¿No vas a contestar? -sacudió la cabeza. Sólo habían dos personas a las que Alex no respondería; la primera era su padre cuando estaba molesto. La otra era Brad.

Tomé el móvil por impulso y respondí.

-¿Alex?

Era la voz de Bradley. Alex se levantó para intentar arrebatarme el móvil, pero no la dejé.

-No, Brad, soy Blair. ¿Cómo estás?

-¿Qué carajos haces? Dame eso -Alex me haló un mecho de mi cabello y yo le aventé un manotazo en la mano y la mantuve alejada con una mano en el abdomen.

-Todo bien, B. ¿Ahí está Alex? Es que quiero hablar con ella.

-Oh, sí. Está en el baño. Es que estamos en la cafetería Sparks, ¿No quieres venir?

No hizo falta que lo preguntara dos veces. En cuanto colgué la llamada Alex me arrebató el móvil y comenzó a sacudir la cabeza.

-¿Qué has hecho?

-Invitar al chico que te gusta y de quien no paras de hablar para que puedan estar juntos.

-No me gusta.

-Sí, y mucho. Ahora acábate ese café y deja de fingir estar molesta conmigo.

Bradley llegó a la cafetería al cabo de diez o quince minutos. Demasiado deprisa para alguien que no tenía coche todavía. Bradley traía puesta una bonita camiseta de mangas de tres cuartos color blanca con las mangas negras, un pantalón café un poco flojo y unos tenis. Tenía un lindo cabello rubio liso y un poco largo y siempre llevaba puesto uno de esos collares con caracolas, como la de los surfistas. También traía una radiante sonrisa consigo para Alex.

Para cuando ambos se saludaron luego de que Brad me saludara primero, posteriormente pasé a segundo plano. No duraron mucho en la mesa, pues ambos salieron del local y yo me quedé sentada en la banca terminándome el café. No pude evitar pensar en que esa era la primera vez en mucho tiempo que tenía un momento a solas conmigo misma, así que fue muy extraño estarlo y no tener un tema en qué pensar. Me hablé a mí misma sobre mi carrera, enlisté las cosas que quería hacer las próximas semanas antes de irme de nuevo a California, momentos que quería compartir con mis padres, hasta que finalmente comencé a orbitar alrededor de Bryce.

Fue como llamarlo con la conciencia porque fue en ese mismo instante que apareció frente a mí.

-Hola -me saludó. Tuve que recordarme que no era una alucinación para buscar mi propia voz.

-Hola.

-Qué bueno es verte otra vez.

Una sonrisa apareció en mi rostro que había estado serio de la impresión todo este tiempo. Bryce se apoyó en la mesa y no pude evitar poner reparo en su cadera de cruz que se balanceaba de adelante hacia atrás. Bryce traía puesto ese día una camiseta blanca por dentro con una celeste de botones completamente abierta. El cabello parecía un poco húmedo y olía a jabón de ducha.

Estaba recién duchado, no había duda.

-¿Cómo has sabido que estaba aquí?

-Brad dijo que nos veríamos aquí, pero como te vi sola desde la vitrina quise saludar.

-¿Brad? -sacudo la cabeza- Acaba de irse con Alex hace unos minutos.

No me hizo falta explicar mejor la situación en la que estábamos ni tampoco Bryce tuvo que estudiarla demasiado. Apretó los labios y suspiró. Se quedó en silencio, primero mirando el local y luego pensativo, hasta finalmente regresó a mí.

-¿Te apetece hacer algo conmigo?

Llegamos a la playa que quedaba a menos de diez minutos de la cafetería justo cuando el sol estaba comenzando a ocultarse de a poco, exactamente en ese instante cuando ya no te quema la piel de la intensidad, si no que el cielo se tiñe de rosa y n...

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Llegamos a la playa que quedaba a menos de diez minutos de la cafetería justo cuando el sol estaba comenzando a ocultarse de a poco, exactamente en ese instante cuando ya no te quema la piel de la intensidad, si no que el cielo se tiñe de rosa y naranja. No fue hasta ese instante que caí en la cuenta de que había estado fuera de casa desde la mañana conversando con Alex en la cafetería.

-Así que, psicología -dijo luego de haber estado en silencio todo el rato. Fue como si retomáramos una conversación que había quedado a medias.

Yo asentí, todavía mirando nuestros pies pisar la arena a medida que avanzábamos.

-Infantil -agregué, porque recordé que no le había dicho ese detalle la noche anterior-. Psicología infantil.

-¿Por qué psicología infantil?

Me encogí de hombros. -Me gustan los niños y también entenderlos. Entender a las personas en general, ¿Sabes?

Cuando Bryce se quedó en silencio con la vista clavada en la arena decidí mirarlo. Tenía el ceño fruncido, como si yo hubiera dicho algo malo.

-¿Cuándo te irás?

-Todavía no lo sé, pero antes de febrero, por supuesto. ¿Tú cuando piensas iniciar la carrera de pilotaje? -pregunté. Mi intención en ese momento fue bromear y en parte sacar algo de información, pero pude notar como Bryce se ponía un poco tenso.

Finalmente tomó una bocanada, me miró y sonrió.

-Aún no lo sé, pero será pronto -su voz sonó totalmente tensa y tenía un brillo extraño en los ojos. Estaba a punto de preguntar ¿Y estudiarás aquí o en el extranjero? Cuando Bryce se detuvo en seco, se sacó las camisetas, las tiró en la arena y me miró con un entusiasmo genuino.

-¿Sabes nadar? -la pregunta me pilló desprevenida.

-¿Nadar? -titubeé- Sí, bueno...

Bryce me quitó las tenis de la mano y las aventó junto a sus cosas en la arena. Seguidamente, y sin dejarme reaccionar, me cargó en el hombro y corrió conmigo hacia el mar.

Ese día fue uno de los mejores.

Quizás mañanaWhere stories live. Discover now