Capítulo 8

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MARINA  

 El lunes se presentaba soleado, y, por una vez, Marina sentía que ese tiempo iba acorde con su estado de ánimo. Mientras se dirigía al metro que la llevaba a su escuela, pensaba en Roc con nerviosismo y escuchaba Sweet Child O' Mine, de Guns N' Roses, a todo volumen, algo que siempre conseguía tranquilizarla. No sabía por qué el simple hecho de ver a aquel chico le causaba tanta preocupación: después de que se vieran el sábado (aquello que ella insistía, en su mente, en no llamar cita) habían hablado durante el resto del fin de semana por chat, deteniéndose solo para comer y dormir. No podía decirse que hubieran tenido conversaciones profundas, pero aquella manera de coquetear constantemente era nueva y emocionante para Marina.

No puedo dejar de pensar en ti, le había dicho Roc el día anterior.

¿Por qué no?

Supongo que eres la chica que estaba esperando... eres muy diferente al resto de chicas con las que he estado. No te pareces en nada a ellas.

¿Y eso es bueno?

Eso es muy bueno. 

El solo recuerdo de aquella conversación le hacía sonreír. No fue capaz de pensar en otra cosa durante todo el camino, y una vez llegó a la escuela, descubrió que por primera vez en muchos años se sentía bien siendo algo distinta de las demás chicas. Pensaba que quizá la ropa oscura que le gustaba, o la manía de llenar todos los silencios con música, no era tan desagradable como ella creía. Para Roc, era incluso interesante.

Y era a él a quien buscaba en aquel momento, pero sin querer buscarle. Decidió que lo mejor era sentarse en su pupitre y prepararse para la clase: Roc la buscaría cuando quisiera hacerlo.

El chico entró en clase minutos después de ella, acompañado de su habitual grupo de amigos. Estuvo con ellos un rato, pero en cuanto cada uno se fue a su asiento, se dirigió a ella.

-- Buenos días -- saludó, con un guiño.

Y solo con aquello, Marina sintió un revoloteo en el estómago. Un guiño era suficiente para que se perdiera en su propia nube. Suficiente para que no se diera cuenta de las sonrisitas de suficiencia de las amigas de Roc, o de las expresiones de fastidio de sus amigos. Suficiente para que no se preguntara a qué se debían esos gestos.

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El martes fue todavía mejor que el lunes.

-- Tengo algo preparado para ti -- dijo Roc, acercándose a Marina en cuanto sonó el timbre que anunciaba el final de las clases.

-- ¿Algo? ¿El qué? -- preguntó Marina, con sorpresa.

-- ¿Tienes hambre?

-- Bueno, es la hora de comer.

-- ¿Te esperan en casa?

La chica negó con la cabeza. Dudaba que hubiera alguien en su casa, y si lo había, dudaba que se diera cuenta de si ella aparecía o no para la comida.

-- Entonces sígueme.

Marina siguió a Roc al exterior de la escuela, y descubrió que tenía la moto aparcada justo enfrente del edificio. Roc era uno de esos chicos afortunados a los que sus padres le habían comprado su primera moto a los dieciséis años, y había obtenido una nueva cuando cumplió los dieciocho, algo que a Marina le hubiera encantado, aunque sabía que si quería otro medio de transporte que no fuera el metro, tendría que pagárselo ella misma. De todos modos, las motos le daban algo de miedo.

-- Te voy a llevar a comer -- anunció Roc con una sonrisa, entregándole un casco --. Sube.

-- No sé si es una buena idea...

Seventeen Sucks.Where stories live. Discover now