Capítulo 15

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MARINA


No había querido admitirlo al principio, pero aquello comenzaba a resultar extraño. Extraño y molesto.

Estaba recorriendo los pasillos de su escuela de buena mañana, con la cabeza gacha y los cascos puestos, y "Pale blue eyes", de The Velvet Underground, sonaba en aquellos momentos al máximo volumen, como lo tenía siempre. Nada en ella había cambiado, o por lo menos, nada que los demás pudieran ver, y sin embargo, las cosas habían empezado a cambiar a su alrededor. Había sido algo gradual, tanto que los primeros días ni siquiera había notado el cambio. Sin embargo, no podía ignorarlo más tiempo: algo estaba cambiando. Y sabía lo que era.

Había dejado de ser invisible.

No es que la sorprendiera, no después de lo sucedido con Roc. Cuando tuvo que ir a clase el lunes después de la fiesta, había estado a punto de fingir que tenía fiebre para poder quedarse en casa. Pero en su fuero interno sabía que no podía evitar a Roc eternamente, y que si no iba a clase sería mucho peor, porque él sabría que tenía miedo. Debía ser más fuerte, así que se había levantado de la cama con mucho esfuerzo y había emprendido el camino a la escuela.

Había entrado en el edificio arrebujándose en su sudadera favorita, la que le daba la sensación de protegerla del mundo, y una canción ensordecedora en el iPod, lo suficiente como para impedirle pensar en lo que podía ocurrir. Había metido las manos en los bolsillos de sus vaqueros para que nadie advirtiera que temblaban ligeramente, había entrado en su aula y se había sentado en su pupitre, mirando con fijeza su libro de texto y deseando que nadie hiciera un solo comentario sobre la fiesta. Por supuesto, cuando los alumnos comenzaron a llegar, había podido notar unas cuantas miradas en su dirección, y les vio murmurar, y supo que era sobre ella, pero sorprendentemente no pasó de allí. Suspirando de alivio, había decidido que los rumores iban y venían con mucha rapidez, y que en poco tiempo todo el mundo lo habría olvidado.

Así se lo había parecido los primeros días. Ahora la incomodaba estar en la escuela, porque siempre había alguien observándola, y cuando no era así se sentía igualmente observada, como si nunca la dejaran sola. No era que antes se regocijara de su soledad, pero ahora comenzaba a echarla de menos. Si una de aquellas personas se hubiera acercado a decirle siquiera una palabra hubiera sido distinto, pero se limitaban a mirarla. Habían pasado semanas desde que se había peleado con Roc, ¿qué sentido tenía que lo recordasen ahora?

El asunto de Roc no era nada fácil para ella. Sabía disimular sus sentimientos, siempre había sabido, pero lo cierto era que le seguía doliendo su rechazo. Por primera vez se había sentido especial, había creído que merecía sentirse así, pero esa sensación se fue tan rápido como llegó. Había pasado en tan poco tiempo que le costaba pensar que no lo había imaginado todo. Por desgracia, ahí estaba Roc cada día, en su misma clase, para recordarle que había sido real. No hubo un mensaje de disculpa, ni una llamada, ni una mirada de arrepentimiento. Parecía que, para el chico, Marina había dejado de existir. No comentó tampoco lo que había pasado en la fiesta, no se reía de eso con sus amigos y ella lo sabía, pero no hacía las cosas más sencillas. Quería saber qué era lo que quería de ella desde el principio, si todo era fruto de su aburrimiento o si no se había sentido con fuerzas para confesar que le gustaba alguien como ella. ¿Le había gustado de verdad alguna vez? Lo dudaba. La humillación de aquella noche seguía tan latente que no había podido contárselo a sus mejores amigas: sabía que recibiría palabras de consuelo y miradas de compasión, y prefería no recibir nada a pasar por eso. En aquellos momentos, a pesar de que siempre la seguía alguna mirada, estaba más alejada de los demás que nunca.

No supo lo que ocurría hasta que un día, al entrar en el baño de las chicas, coincidió con Elena y un par de amigas suyas. Trató de pasar inadvertida y se metió en el primer baño libre que vio sin abrir la boca.

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