Capítulo 5: La coleta más tirante de todos los tiempos

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Cecilia tenía el pelo muy largo y se rumoreaba que nadie jamás lo había visto suelto. A menudo llevaba un moño muy prieto y algunas veces una coleta que caía desde su coronilla. Su peinado estaba siempre tan tirante que parecía ser el culpable de su eterno gesto de enfado.

Toda su ropa era de marca. Su mochila y otras cosas del colegio eran diferentes a las del resto de la clase. Nadie sabía dónde las compraba.

−¿Qué haces ahí sentada? −preguntó Mateo.

Le faltó añadir "empollona" como Rodri había hecho con él. Sin embargo, Cecilia, por mucho que sacara las mejores notas, nunca parecía una empollona.

−Estoy esperando a mi padre −respondió.

−Es el dueño de la fábrica, ¿verdad?

−Eso creo.

¿Cómo que "eso creo"?, pensó él. No todo el mundo tenía un padre súper millonario. Medio Villagrande trabajaba para aquel hombre, así que todo el pueblo tenía claro quién era el dueño. ¿En serio ella no estaba segura? A lo mejor no era tan lista como todos pensaban.

−Estás rojo −dijo ella.

Mateo seguía sofocado, aunque al oír el comentario en boca de Cecilia se preguntó si la rojez de su cara se debía ahora a algo más.

−La cuesta arriba –dijo exagerando sus resoplidos. −Es muy empinada y hace calor. ¿Sabes dónde puedo conseguir agua por aquí?

−Bebe si quieres.

Cecilia sacó la mano por la ventanilla y le tendió una botella de plástico. Ya había sido abierta y estaba medio vacía.

−Mejor no, que te dejo sin nada.

−Yo ya no quiero más. No será que te da asco, ¿verdad?

Beber del mismo sitio en el que Cecilia había puesto sus labios un rato antes. ¿Cómo se le habría ocurrido que eso podía darle asco? Definitivamente no era tan lista.

Mateo bebió con avidez hasta no dejar ni una gota y le tendió la botella de vuelta.

−Luego la puedes rellenar −dijo.

−No, tírala.

Cecilia señaló con un gesto la papelera que colgaba de la farola más cercana.

−Como quieras. Tengo que volver al pueblo. Adiós.

Mateo se puso en marcha lo más rápido que pudo. Intentó desde la bici hacer canasta con la botella, pero esta rebotó en el borde de la papelera y salió volando.

Seguro que a ella sí le daba asco beber del mismo sitio que él. Era tan estirada como aparentaba. Tan estirada como su peinado. Se creía muy guapa y no lo era. Tenía una cara insulsa en la que nada llamaba la atención. Ni una boca grande, ni una nariz grande, ni unos ojos grandes. Ni siquiera sus pecas tenían gracia.

El camino de vuelta era todo cuesta abajo y, antes de darse cuenta, llegó a su casa y fue directo a su habitación. Solo quería estar rodeado de sus libros.

Sus padres ya no podrían regañarle cuando volvieran del trabajo. Había pasado todo el día por ahí con la bici y ya le había dado bien el aire y el sol. Cuando le preguntaran si había "socializado" les diría que había estado un rato con una compañera del colegio.

Daba igual que se tratara de una compañera muy antipática o que ese rato le hubiera parecido a Mateo el rato más corto del mundo.

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Esta claro que a Mateo le ha impresionado este encuentro con Cecilia, aunque no quiera reconocerlo ni siquiera para sí mismo.

A mí me da que esto promete. ¿Qué piensas? Deja tus comentarios y ¡no olvides dejar tu voto! ;)

No solo crece el aguaWhere stories live. Discover now