Capítulo 8

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"Para que la puerta de la felicidad se abra hacia dentro, es necesario retirarse un poco para poder abrirla: si alguien la empuja, cada vez la cierra más." Soren Kierkergaard

Llevaba un buen rato paseando por la plaza acompañado de Benito. Recuerdo como fue cuando lo encontré. Era fin de semana, sábado 3 de abril del año 2019 para ser exacto, por esas cosas de la vida termine en una feria de adopción. Siempre me han gustado los animales. Son más sinceros que los seres humanos, siempre te acompañan, no te cambian los dichos o las dinámicas. Jamás sabrás de un perro que te traicione, si te reconoce como su alfa lo serás siempre sin importar las circunstancias, sean buenas o malas. En resumen, son leales. No diré que fue algo mágico nuestro encuentro. Como ya debes haberte percatado no creo ni en la magia o los milagros. Pero creo en el destino y Benito parecía estar esperándome en medio del tumulto de cachorros que ladraban dando lo mejor de sí para verse tiernos y adorables. A diferencia del resto él estaba en un rincón solo, no tenía miedo o eso creo, más bien se notaba indiferente a todo el mundo. Supongo que eso me agrado. Era como yo. No parecía interesarle compartir con el resto, tampoco que lo acariciaran. Al menos así fue hasta que le extendí la mano. Él la lamio y desde ese momento nos volvimos compañeros inseparables. Como puedes ver no fue nada romántico ni mágico, solo el destino.

-Bastián.

Una voz a mi espalda me saco de mi reflexión. Benito giro y comenzó a mover la cola. Era Alejandra quien justo en ese momento venía cruzando por la plaza. Verla siempre era extraño. Las palabras se agolpaban en mi boca, de modo que no era capaz de decir ni una sola, el cuerpo me comenzaba a sudar y el estómago volvía un torbellino.

-Ho... hola. ¿Qué haces por acá?

-Vengo del supermercado -en efecto se veía cargada con dos bolsas de esas compradas en el jumbo- Desde el estallido social no han vuelto a abrir el supermercado que está cerca de mi casa, así que tuve que venir al este... es el más cerca que queda.

-Ya veo... eeeee.... Te ayudo.

-Claro, auto está a un par de cuadras.

Su sonrisa como siempre era encantadora, sus ojos dos lumbreras en medio de un citadino atardecer y su voz suave y a la vez melodiosa. No sé de dónde salieron las palabras, no las pensé. Pero igual salieron de mi boca.

-Te invito un café, hay un lugar cerca de acá.

No pudo ocultar su expresión de sorpresa. Era evidente que no esperaba la invitación. Entre cerro los ojos, pensó la idea por unos segundos, para mi fueron siglos.

-Está bien.

Terminamos en un café, sentados en las mesas de fuera, pues no dejaban ingresar con animales. Yo pedí un café cortado, ella un té de hierbas. Ninguno pidió nada de comer. Fue mejor así, creo que haber estado comiendo le habría restado intimidad a la improvisada salida. Comenzamos a hablar de todo y nada, de la vida y el trabajo. Descubrí que ambos preferíamos a los animales antes que a las personas, las montañas al mar y que nos tenían aburridos todo el tema del famoso estallido social. A fin de cuentas, considerábamos que más era la perdida que la ganancia. Un incremento de la cesantía en un 7.7%, negocios de pequeños emprendedores destruidos y otros quebrados. Gente que no podía salir de sus casas durante la tarde por el riesgo de encontrar una turba enfrentándose a carabineros. Pero por sobre todo los perros sin hogar que eran heridos a causa de las bombas lacrimógenas, incendios producidos por manifestantes. Algo que le molesto fue saber de una tienda de animales quemada. En su interior había peces, aves, conejos, todos murieron y ningún canal de noticias se interesó en darlo a conocer.

-No creo en los medios de comunicación oficiales. Mienten, yo he visto lo que pasa en las protestas y sé que la gente que es detenida no son blancas palomas.

Si ella hubiera sabido lo que yo, habría usado otros términos para referirse a esa gente.

-Es posible- asentí, prefería evadir el tema.

-Pero lo que me molesta son los canales de televisión, pareciera que están comprados por una sola perspectiva política. No muestras todo el cuadro. Solo una parte... -miro para los lados y bajo la voz, como si me fuera contar un secreto de vida o muerte- Prefiero ver los canales de YouTube que hablan sobre la otra arista de este tema.

- ¿Cuál arista?

-La conspiracional... -movió las cejas con picardía- Hay muchos canales que te hablan sobre que lo que pasa en Chile no es para nada un estallido social. Sino parte de una agenda global que emana desde la ONU y que tiene como propósito desestabilizar a los países de diferentes formas para que así la población se disponga a someterse a un gobierno mundial.

-No sé si algo así pueda ser cierto.

En ese momento me sentí como el mentiroso más grande de la historia. Yo sabía perfectamente que era verdad lo que me decía. Debo aclarar que ella no sabía en qué trabajaba. Cada vez que me preguntaba qué hacía o donde trabajaba, le respondía con evasivas y cosas como "en una oficina aburrida", "leyendo documentos para gente que tiene pésima comprensión lectora" o cosas así.

-Piénsalo... -sus ojos parecían estar viajando en el tiempo, como si viera frente a ella cada video que conspiracional que pudiera recordar-. No hay nada que sea casual. En todo el mundo están ocurriendo cosas de lo más extrañas. Australia por ejemplo está siendo devorada por un incendio imparable, imposible de contener. El presidente se ha vuelto un pelele a nivel según la población. No ha hecho nada por frenarlo. Inglaterra está al borde de una crisis económica por dejar el brexit y lo último es China con esa extraña enfermedad que está a punto de volverse una epidemia global. Eso sin hablar de Argentina, Venezuela, y lo que está pasando con el Estado de Israel y Estados Unidos. Jamás se ha visto un nivel de inestabilidad tan grande como el que estamos viviendo ahora.

-Es interesante- trate de sonar lo más indiferente posible.

Ella lo noto, sus ojos se tornaron levemente tristes y bebió un sorbo del té.

-Supongo que son locuras. Nadie de los que les digo estas cosas me cree. Todos ponen esa misma mirada de indiferencia.

-Para nada... -moví el rostro, no podía permitir que ella pensara que no me importaba lo que decía- es muy interesante, creo que tienes razón. Es cosa de verdad las noticias oficiales. Todos los canales dicen lo mismo y el presidente parece un inepto para responder a las demandas civiles. Los carabineros cometen cada día más tonterías, no son capaces de atender de forma efectiva a los grupos violentistas. Tantas estupideces juntas no pueden ser coincidencia. Es como si quisieran que tuviéramos una sola forma de ver el mundo.

La sonrisa le volvió al rostro. Luego comenzamos a hablar de otras cosas, la vida, animales, una que otra serie de NETFLIX. A decir verdad, no me gustan mucho, pero hay cosas que me parecen interesantes. Si ella hubiera sabido que esa plataforma de entretenimiento era dominada por grupos de poder que compartían la misma agenda que tenía la ONU de seguro habría cesado su contrato. Cuando ya se hizo tarde la acompañe a su auto. Ella se despidió con un beso en mi mejilla. Yo a duras penas podía creerlo. En ese momento me sentía como un adolescente que finalmente lograba hablar con la chica más linda de su clase. Nunca antes en mi vida me sentí tan cómodo hablando con una mujer, en especial una que fuera tan linda como Alejandra y por sobre todo divertida. Por un instante tuve la impresión que Benito me miraba como si estuviera diciéndome que no fuera un tonto y que la volviera a invitar. A decir verdad, me gustaba la idea, pero no sabía si sería capaz de hacerlo nuevamente. Cuando llegué a mi departamento recordé la tarjeta. Ya era tarde, pero mañana no tenía que levantarme temprano. Así que tomé la tarjeta, la puse en mi Mc y comencé a revisarla. En su interior había solo dos archivos. Un video y una lista de nombres. Comencé a ver el video. Lo que vi y escuche me dejo atónito. Entonces comprendí que estaba adentrándome en un sendero que me conduciría por caminos que no lograba vislumbrar a donde me llevarían. 

La Gran ConspiraciónWhere stories live. Discover now