Epílogo

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Llevaban mas de dos años viviendo en Estados Unidos. Dejaron sus antiguas vidas en Asia, para poder empezar de nuevo en el occidente. Se mudaron a San Francisco, vivían en un departamento sencillo, que les permitía llegar a todos lados tomando el metro o un autobús. Asistían a la misma universidad, así que iban juntos la mayoría del tiempo. Mashiho tenía un empleo de medio tiempo en una galería de arte y Junkyu se dedicaba a trabajar en una de las empresas de su padre.   

La relación de Junkyu con su padre había mejorado desde el momento en que acepto su ayuda, pero aún faltaban muchas cosas por curar. El padre de Junkyu ponía de su parte, aceptando la relación de su hijo. Simplemente porque nunca, lo había visto ser tan feliz. La madre de Junkyu adoraba a Mashiho, el resto de la historia se contaba sola.

Las terapias finalmente funcionaban, Junkyu era mucho más colaborador. La cantidad de medicinas que tomaba y las crisis que tenía disminuyeron con el tiempo. Mashiho siempre estaba ahí para Junkyu, las cosas siempre son más soportables cuando alguien está a tu lado. Tenía de su lado sus flores, las cuales permanecían intactas, un brillo especial las caracterizaba.

Las delicadas manos de Mashiho acariciaban la flor de Junkyu hasta que este se tranquilizase, la simple imagen mental le traía calma. Era algo realmente intimo compartir la misma flor, que esa persona especial la tocase. Junkyu en cambio, no podía evitar repartir pequeños besos sobre la flor de Mashiho. Los ojos del japonés brillaban cuando Junkyu regresaba su mirada hacia él, era especial, podía sentir ese característico cosquilleo. Su imagen favorita, era la sonrisa de Mashiho al verlo.




Junkyu subió las escaleras del local en el que trabajaba Mashiho. Una galería de arte, en la que se habían quedado encantados con el dibujo realista de ambos. Junkyu aún no sabía por qué Mashiho se había negado a venderlo, habían ofrecido una buena cantidad de dólares por la pieza. Los dueños de la galería decidieron darle trabajo como ayudante en los cursos de arte que ofrecían. Mashiho era muy bueno con los niños, Junkyu llegaba temprano a buscarlo, solo para verlo interactuar con los más pequeños.

Junkyu se colocó frente a los ventanales del salón de arte, encontró a Mashiho de inmediato. El japonés estaba sentado en el suelo, un montón de niños a su alrededor. Los niños tenían pinceles en sus manos, pintaban a su gusto la cara del japonés. El salón estaba lleno de adorables risas infantiles, pintura regada por todos lados. Los ojos de Mashiho brillaban a ver a sus estudiantes, una sonrisa enorme en su rostro, su carcajada se escuchó por toda la habitación. Los niños se abalanzaron contra él, para poder pintar lo que faltaba de su cara.

Junkyu puso sus manos en el bolsillo de su abrigo, Mashiho se había dado cuenta de su presencia. El japonés se levantó de entre los niños, miro a Junkyu desde lejos con una sonrisa en su rostro.

Mashiho regreso su vista a los niños, se agacho a su altura. _ ¿Cómo me veo niños? _ Mashiho ocupo su rostro con sus propias manos, cerró los ojos mientras sonreía.

_Lindo. _ Gritaron todos los niños del salón.

Junkyu sonrió desde lejos con la imagen, miro su reloj, faltaban unos minutos para la salida. Esperaría pacientemente, le encantaba ver a Mashiho en su trabajo, parecía ser uno de sus elementos. Su pasión por el arte, la naturaleza y educación. El japonés era la persona más humana que conocía.

Junkyu miro a Mashiho desde lejos, despedía a los niños sin preocuparse por la pintura de su cara. Algunos niños se despedían abrazándolo hasta hacerlo tambalear, simplemente una imagen agradable. A medida que los niños iban saliendo, observaban a Junkyu quien seguía cerca de la ventana. Junkyu siguió observando a Mashiho, hasta que este salió a acompañar a la última niña que estaba por salir.

Blooming Day || MashikyuWhere stories live. Discover now