Las dos

19 2 1
                                    


En el camino a casa terminó descalzándose, recordé como en el auto se burló de mí por haber salido en zapatillas y hubiese amado echárselo en cara, pero aún estaba demasiado borracha como para gozar tener la razón. Llegamos a una plaza oscura sin cruzarnos con un solo taxi, ella agotada y yo aturdida, nos sentamos en una banca junto al único farol que no titilaba.

-Siento que me va a estallar la cabeza.

-Se llama resaca adelantada.

-Y creo que debiste dejarme en el bar.

-Se llama ser buena amiga.

-¿Y qué pasa si los chicos ya están ahí, esperando que salgamos, preguntándose dónde estamos?

-Si quisieran recogernos podrían enviarme un mensaje, preguntar y listo. Pero no van a volver. No van a buscarnos cuando vean como dejé el auto y de hacerlo, seguro solamente sea para molernos a golpes.

-¿Por qué en plural?  Yo no hice nada.

-Es verdad, tendría que haberte dejado muriendo en el bar.

-Ese chico, el dueño del auto, él era...

-Ok, por favor, no. ¿Podemos no hablar de hombres? Estoy exhausta de los hombres y que todas las cosas que me pasan en la vida tengan que ver con ellos. Él, mi papá, mi hermano, los demás; de acá para allá con la libertad de hacer con sus vidas lo que quieran. Y no sólo sus vidas, también con las de los demás. ¡Ah! Quiero eso, Billie, pero nunca entiendo como llevarlo a cabo, entonces quedo anonadada con ellos y su "espíritu libre" o lo que sea, admirándolos. ¿Admirando qué cosa? ¿Lo poco importante que soy para ellos? Y después termino a las cuatro de la mañana llorando en una plaza con los tacos rotos.
>>¿Qué hubiese pasado, Billie...? ¿Qué hubiese sido de nosotros si le hubiese dicho por lo que tuve que pasar? ¿Me habría abandonado con una extraña que apenas conocemos por irse a revolcarse con una vieja? Estoy cansada de importar tan poco, quisiera creer que merezco más.

-Perdón.

-Es más divertido cuando estás callada, ¿sabes, Billie? Estábamos perfectas como antes, en nuestra burbuja y en silencio escuchando Tierra Whack, porque ¿qué mas tenemos para escuchar? El pop está muerto... ¿Por qué no pudimos seguir así? ¿Por qué no podemos seguir la vida como si nada hubiese pasado?

-Perdón.

-Basta de pedir perdón.

-No, ahora vos pedime perdón por tratarme mal.

-¿Por tratarte mal? Pero si vos comenzaste a escabullirte en mis cosas.

-Pero la que me metió en sus cosas fuiste vos. Igual, no interesa. Hagamos de cuenta que nada pasó, supongo que algo bueno vas a aprender de todo eso.

-¡Agh! ¿Por qué siempre tiene uno que aprender algo? Yo sabía que tenía que cuidarme y sin embargo cometí un error y aborté. Y aquí estamos. De verdad quisiera poder prometer que aprendí la lección y que jamás volveré a ser tan estúpida y descuidada, pero sería muy ingenuo de mi parte. La vida no es así, no es tan fácil, la mayoría de los planes que hacemos nunca resultan bien, es casi soñar.

-Quizá el problema sea que no pones en practica lo aprendido.

-Comete un pito.

-De todas formas, estoy de acuerdo con vos, yo también quisiera ser libre, quisiera estar acá legítimamente y no después de haberme escapado por una ventana.

-Ja, cabezona, eso no tiene nada que ver con tu libertad. Tiene que ver con que no tenes edad para salir ni entrar a ningún lado.

-Ey, dieciocho tampoco es la gran edad.

-Pero es una edad legal. ¿Sabes por qué terminamos afuera del bar? Una de las mozas vio tu estado y se nos acercó para ver si estaba todo bien, me pidió tu documento y por supuesto no podía mostrárselo, así que tuvimos que salir corriendo de ahí antes que nos sacara a empujones la marimacha de seguridad, yo, con estos bracitos, cargándote como una bolsa de papas -empezó a reír.

-¡Ja, ja! Bueno, me alegra ser una anécdota en tu vida que no está 100% relacionada con hombres.

-Y a mí me alegra que hayas venido, perdón por el modo en el que hablo.
>>Pero no nos hagamos las tontas, terminamos así porque tres hombres nos abandonaron.

-Bueno, para algo tenían que servir.

-Para algo tenían que servir...



El resto del camino a casa hablamos poco y distendido. Las materias que odiábamos, los programas que veíamos, los planes que quizá nunca fueran a salir bien y morirían como simples sueños. La mayor parte del trayecto jugamos a no pisar las líneas y a desfilar en sincronía. Para cuando llegamos al barrio sus pestañas postizas se habían caído y por primera vez vi al desnudo sus ojos. Debí haberme quedado hipnotizada en ellos porque sin darme cuenta lo siguiente que sentí fue su aliento acercándose a mi boca.

-Tus labios saben mal -me dijo.

-Los tuyos saben a nada.

Se despidió de mí y la vi desaparecer por la puerta de su casa, como Alicia cayendo en la madriguera del conejo. Ese día volví a soñar que estaba en el bar, pero ahora ella estaba a mí lado y esta vez, eran nuestros brazos los violetas.

El pop está muertoWhere stories live. Discover now