Las bocas

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Absorta en la cerveza helada y la voz sedosa de Ariana, terminé durmiéndome en la mesa. En mis sueños, las paredes del bar eran blancas y relucían al sol de primera hora. Mi hermano estaba allí, sentado en la barra de la entrada, tomándose un café, yo continuaba oculta en el fondo, atenta a su presencia allí. Pero estaba sola y nerviosa, los demás me habían abandonado y creía que de levantarme, el mozo me notaría y tendría que pagar la cuenta yo sola. De repente estaba furiosa y odiaba a mi hermano. Odiaba que estuviera ahí invadiendo mi nuevo espacio, odiaba que tendría que pedirle ayuda para pagar la cuenta, odiaba que no pudiese hablar con él sobre Ariana. Quería golpearlo y echarle el café hirviendo en la cara, intenté levantarme pero parecía atorada en la mesa. Mire mis piernas y un par de manos moradas me sostenían a la silla. Despavorida, intentaba zafarme, pero nuevas manos aparecían y me aplastaban el cuerpo. Quería gritar pero no tenía voz. La música del bar paró y una joven rubia abrigada de negro entró y se paró junto a mi hermano, él la recibió con una sonrisa y la besó en la mejilla, luego, tomándola de la cintura, pegó su cuerpo al suyo.  Lo primero que reconocí fue el buzo oscuro, luego las zapatillas rotas y finalmente el peinado. Esa chica era yo. Yo frotándome con mi hermano en un café a plena luz del día. Quería detener la escena pero ya tenía una docena de manos sobre mí. Gritaba y él no me escuchaba, pero en mi mente, yo sabía que él sabía que yo estaba allí, mirándonos. Tomó el mentón de mi clon para guiar sus labios y la besó como un animal hambriento. Un nuevo par de manos apretó mi garganta, respiré el aliento de mi hermano y casi sentí su lengua dentro de mi boca. Instantáneamente el asco me hizo vomitar una bilis tan morada como los dedos que me torturaban.

Entonces desperté y de verdad estaba vomitando sobre mis zapatillas. Una alarma me hacía mierda los oídos. Sólo Ariana estaba junto a mí dándome palmitas en la espalda. Estabamos sentadas en el cordón cuneta junto al auto, era su alarma la que sonaba enfurecida. No recordaba absolutamente nada, pero al parecer los chicos se habían ido con las viejas fumadoras, dejándonos solas a nuestras suerte.

-Supongo que volverán por el auto -me dijo, no por nosotras. En su mano derecha todavía apretaba la llave con la que imaginé había rallado todo el pobre vehículo. Pensé en la primer ralladura que vi y en nuestro chofer. La noche empezaba a refrescar.

-¿Entonces qué te pinta hacer ahora? -me preguntó. Y por supuesto yo quise responderle besarnos fuerte como hermanos, pero por supuesto también, jamás hubiese permitido que nuestro primer beso fuera con mi boca hediendo a vomito. Me ayudó a levantarme y emprendimos rumbo a casa.

El pop está muertoWhere stories live. Discover now