Maquinación

31 2 1
                                    


Lo primero que recuerdo de su hogar, especialmente de su habitación, es el olor. Recuerdo lo estimulante que era ese aroma a vainilla envolviéndote el cuerpo. Tan atrevido, pero tan calmo a la vez, tan suyo. Su cuarto era un desastre, se excusó diciendo que odiaba el minimalismo sobre el que se alzaba la casa y la falta que le hacía el rock en su vida, luego arrojó por el aire más ropa de su closet. <<Aunque quizá hoy necesite más calma>>, reflexionó en voz baja antes de volver a guardarlo todo.

Las horas siguientes fueron tortuosas. Al principio, se sintió aliviada de no padecer nauseas, así que intentó sacarme charla. Ella en su enorme cama, yo en un puff rosado junto a la ventana. Un pensamiento tan bello como doloroso quiso nacer en mi cabeza. Por supuesto yo estaba cagada en las patas preocupada por no decir nada estúpido. Al final, esta misma preocupación me hizo guardar silencio y ella se rindió conmigo. Hizo algún que otro breve monologo con el que me enteré que era dos años mayor que yo, que estaba en último año y que no planeaba irse a ningún lado a la universidad, eso sencillamente no formaba parte de su "plan maestro". Esforzándome por no interesarme en su vida, no noté cuando sus cólicos empezaron. Simplemente se apresuró al baño de un salto y me dejó sola mirando por la ventana.

Como una autómata, me arrastre hasta terminar sentada en su cama. Para cuando sentí el agua yéndose por el retrete, ya era demasiado tarde para levantarme y disimular.

-Falsa alarma -dijo sentándose junto a mí -. Puedes recostarte y dormir si quieres.

Hermosa criatura condescendiente, de dormirme ahora, ¿qué sentido tendría mi presencia aquí entonces? ¿No se supone que he venido a cuidarte? 

Pero esa era la oportunidad perfecta para alejarme de mis ideas. Me recosté y puse los ojos fijos en la mesita de noche. Un par de horas después, creí haberla oído agradecerme el no preguntar nada, para mí era tan raro estar junto a alguien que se veía así de cómodo con mi silencio. Luego de eso, sólo la sentí retorcerse en la cama y correr al baño una y otra vez. Y cada vez que oía el agua yéndose por el inodoro, sentía que lo que estaba yéndose era nuestro tiempo juntas. Durante una ocasión la oí sollozar, llantos sosos contenidos por un poder personal más grandioso. Las aguas del inodoro sonaron con más furia esa vez ¿Era ese el dolor? Sólo sabía que era un terreno que no estaba lista para transitar, así que en cuanto salió del baño fingí estar dormida. Me sentí el insecto más egoísta caminando sobre la tierra. Ella se recostó junto a mí pegando su espalda a la mía y pude sentir con total claridad su respiración, exhausta de deshacerse de una parte en su cuerpo que no era suya, así como yo debía deshacerme de mis fantasías de un futuro a su lado. Le puse un alto al sin fin de maquinaciones. No importa, mañana me jalarás la cadena a mí también. 

El pop está muertoWhere stories live. Discover now