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❝ CIERRA LOS OJOS CARIÑO MIO ❞
Ella esperaba impaciente la noche mientras observaba el cielo con tonalidades anaranjadas y rosas, últimamente la noche era la mejor parte para ______, así ella lo podría ver y sentir, anhelaba poder estar acurrucada en sus brazos mientras el acariciaba sus cabellos con delicadeza.
El al igual que ella esperaba aparecer en sus más profundos sueños, amaba verla sonreír pero también odiaba verla llorar a causa de sus pesadillas, es por eso que siempre la abrazaba, para hacerla sentir protegida.
______ caminó hasta su pieza lo más rápido posible, no importaba que fuera demasiado temprano, las ansias por estar a su lado la carcomían. Su cuerpo se recostó y como por arte de magia sus parpados se cerraron rápidamente. La imagen de aquel chico apareció en su panorama, el parecía estar concentrado en sus manos así que no se inmuto de la aparición de la chica.
— Estas aquí.— Habló ella con una gran sonrisa, la mirada de aquel joven brillo, sus alas se levantaron dejando ver lo hermosas que eran estas y con rapidez se levanto de lo que parecía un asiento de mármol.
— Siempre estaré aquí mi ángel.— Sus manos acariciaron las mejillas de la joven, sintiendo lo suaves que eran inclusive más que una esponjosa nube. Su pulgar bajo a sus labios y los acaricio lentamente preguntándose a qué sabrían.
— Te he extrañado.— La sinceridad se reflejaba en sus palabras, el chico sintió un vuelco en su corazón, no podía describir la gran felicidad que lo inundaba. Una juguetona sonrisa se asomo por sus labios y con sus brazos levanto el cuerpo de _____ mientras aun observaba como esos labios se volvían más apetecibles.
— Lo mismo digo querida, no sabes que tan grande fue mi desespero por estar junto a ti.
— Me imaginó que fue igual de grande como el mió.
Su cuerpo se acurruco en sus brazos como en cada sueño lo hacía, y el comenzó a acariciar su cabello y con su otra mano parte de la mejilla, quería volver a sentir el tacto de sus labios pero tal acción causaban en el un sentimiento desconocido, solo podía sentir como sus mejillas se calentaban a tal punto de ponerse rojas, como su estomago tenía una extraña sensación de revoloteo y como sus piernas flaqueaban, le sorprendía no haber caído de rodillas al sentir lo suaves que eran.
