IMPULSIVE ©

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Me han hecho falta dos días para pensar en frío lo de Alexander. Me duele que se vaya, por supuesto, pero sé que es por su hermana por lo que el dolor es un poco más tenue. Pero lo que más me ha dolido ha sido que no me lo haya dicho. Quedan solo tres semanas para que tenga que irse durante un año como mínimo. No le costaba una mierda decírmelo y más si de verdad siente algo por mí.

He llorado. Mucho. Es la forma perfecta de desahogarme sin romper cosas. Ayer no fui al trabajo, preferí ahorrarme la vergüenza de echarme a llorar por la mínima cosa que ocurriera. Trabajé desde casa con la escusa de que me encontraba mal, pero mi hermana no se lo creyó, más que nada porque hoy tampoco he ido al trabajo.

Siento a mi hermana tumbarse en la cama conmigo y abrazarme por la espalda.

―He hablado con Alex ―susurra.

―No tenías por qué...

―Está mal... Los dos lo estáis ―murmura acariciando mi brazo―. Deberíais hablar.

―Ya lo sé... Pero no creo que esté preparada para hacerlo y no gritarle como una posesa. No le costaba nada decirme que se va a ir a Los Ángeles. Lo quiero, joder, ¿por qué siempre tengo tan mala suerte con estas cosas?

―No estás pensando con claridad ―me dice mientras se sienta. Yo me giro y me siento también para mirarla.

―¿Cómo que no estoy pensando con claridad? ―pregunto frunciendo el ceño.

―Es uno de esos momentos que estás ofuscada por el enfado y no ves más allá del problema. A ver, escúchame ―pide mientras pone sus manos en mis rodillas―. Alexander está enamorado de ti hasta los huesos. Está enamorado de una chica con problemas de impulsividad y de ansiedad, la cual teme perder. Ponte en su piel. ¿Tú no temerías decirle a Alex que lo que tenéis debe terminar porque te vas durante un año? Por supuesto que sí. Imagina que te hubiese dicho hace dos meses. ¿Estaríais viviendo esto que os está ocurriendo ahora? Posiblemente ni siquiera habría pasado algo entre vosotros.

Me mantengo en silencio unos segundos mientras repito las palabras de Su en mi cabeza una y otra vez.

Joder.

Si es que soy una imbécil y una inmadura.

―La he cagado ―murmuro frotando mis sienes.

―Aún no la has cagado ―dice negando con la cabeza―. La cagarías si lo dejaras ir así como así.

―Voy a ir ahora mismo a su casa ―murmuro levantándome de la cama―. Tengo que pedirle disculpas.

―¿No te gustaría irte a Los Ángeles? ―pregunta mientras me estoy quitando los pantalones del pijama.

―¿Irme a Los Ángeles? ―pregunto mirándola.

―¡Sí! Siempre has querido pasar una temporada allí. Y yo también. ¿Y si nos vamos las dos? Joder, ¡vámonos!