Capítulo 38: Arte

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Recuerdo demasiado bien todos los momentos que pasé en México, junto a mi maga preferida. Como la vez que fuimos a un enorme parque de diversiones y nos subimos a "La gran medusa", una montaña rusa llena de adrenalina, que me provocó demasiado vértigo. Aunque no tanto como cuando la muy maldita de Guada me sacó de mi zona de confort y prácticamente me obligó a subirme a un boungee jumping nivel mil. Argumentó que, si eso no me quitaba el temor a las alturas, nada lo haría.

—¡Vamos, Lean! ¡Ahuevo!

Debo admitir que, si bien casi me muero por el vértigo del trampolín, no fue nada en comparación a toda la adrenalina y emoción que había sentido en este viaje, en el viaje en el que conocí en persona a Guada. Estaba enamorado, me sentía en las nubes y que nada ni nadie podría arruinarme esa sensación.

Jugamos otros juegos también, en los que ganamos algunos premios. Yo gané un peluche que le regalé y ella me regaló un puff con forma de pelota de fútbol.

—Tiene que ser para ti –me dijo, entregándomelo—, porque eres argentino y bueno, aunque lo niegues ustedes siempre van a ser los futboleros.

Me reí y acepté su regalo, ey, aunque tuviera forma de pelota de fútbol se veía muy cómodo y me serviría perfectamente para sentarme. Es decir, tenía una utilidad.

Cada día que pasaba con ella se pasaba muy rápido, como si las horas se transformaran en minutos y estos, a su vez, en segundos. Temía por el día en que mis dos semanas de vacaciones en México se acabaran, aunque intentaba no pensar en eso para dedicarme a disfrutar de cada momento a su lado.

***

Otro día la acompañé a teñirse el cabello a la salida de su colegio, me explicó que lo hacía cada vez que un evento importante sucedía en su vida.

—Por ejemplo, me teñí de azul cuando tomé un gran paso en mi vida sentimental y decidí al fin aceptar que te amaba –me confesó, haciendo que mi interior explotara de ternura.

En este caso, el evento era haberme conocido en persona y elegiría el color verde, mi color preferido, para teñirse.

—De esa manera, cada vez que me vea al espejo, pensaré en ti, aunque ya te hayas ido. Ya dos colores de mi pelo tienen tu pincelada, Lean.

Me pareció una buena ocasión y una razón muy adorable, por lo que decidí que yo también me teñiría de verde, aunque sea solo una mechita.

—Es la primera vez que me tiño el pelo –le expliqué en la peluquería.

—¡Qué bien! –Exclamó ella—. Qué honor poder presenciarla.

Esa tarde caminamos por las calles mexicanas, tan lejos de mis calles argentinas, pero acompañado por la mejor compañía que podría haber pedido. Lucimos nuestros nuevos colores mientras recorríamos. Ella era mi guía y me comentaba datos turísticos y yo no podía dejar de admirar la forma en la que hablaba, la forma en la que caminaba, la forma en la que era arte.

***

Fue en su casa cuando terminé de comprender su pasión por la pintura. Una tarde estuvimos juntos nuevamente en su habitación, vigilados por su familia que aparentaba pasar casualmente por el pasillo, cuando Guada me mostró su colección de cuadros. Me explicó en detalle cómo los había hecho y lo que significaba cada uno para ella.

Algunos los había creado para cumplir con las clases de Arte de la escuela, otros los había pintado para ganar diferentes concursos artísticos de su colegio, y otros, los más especiales, eran los que había hecho por gusto propio. Tenía varias creaciones a lo largo de los años y podía mostrarme la cronología de sus mejoras.

El amor en los tiempos del internetDonde viven las historias. Descúbrelo ahora