DÍA 30 - Lunes 13 de abril

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El resto de la semana transcurrió sin tener noticias de Christian.

Supongo que, a estas alturas, lo mejor es que me vaya olvidando de él. Sinceramente, es lo que tenía que haber hecho desde el principio. No era más que un vecino al que había visto por el balcón... ¿qué coño esperaba?

El problema es que, al menos, antes de saber que tenía novia había una emoción en mi vida. Algo que esperar durante la monotonía de la cuarentena, algo que me hiciera ilusión y no estuviera tan lejano como la libertad.

Ahora, lo único que me queda es el Animal Crossing y la esperanza de que todo esto acabe cuanto antes.

He empezado a seguir una rutina. Los profesores se han puesto serios con las clases online y han hablado con los padres de los que nos saltábamos alguna, así que desde hace una semana no he vuelto a perdérmelas. No son muchas horas, así que poco después de comer ya he terminado todos los deberes y tengo toda la tarde para mí.

Para jugar al Animal Crossing.

Para hablar con Andrea y Helena durante horas.

Para perder el tiempo en Twitter e Instagram.

Para matarme a pajas.

Para ver series.

Para pensar.

Para pensar en Kai, y también para pensar en Christian.

Para llorar.

Estoy en mitad de una de esas cosas, aunque no diré cuál, cuando oigo un sonido que se cuela por mi ventana. Música; el sonido inconfundible de las cuerdas de una guitarra. Intento concentrarme en mis cosas, pero la música sigue sonando. No pasa nada; tampoco molesta. Y, en cierto sentido, es casi como si el sonido me acariciara, como si alguien me acariciara, cosa que no estaría nada mal en estos momentos.

Cuando termino, me quedo tumbado en la cama con los ojos cerrados mientras mi respiración se calma. La música sigue envolviéndome, la caricia de alguien invisible que, por alguna razón, me resulta muy familiar. Demasiado familiar.

Al fin, me subo los pantalones y voy hacia la ventana, curioso por ver de dónde sale el sonido.

Y entonces lo veo.

Es él. Christian. Está en su balcón, tocando la guitarra.

Y no me ha visto.

El corazón se me vuelve a acelerar, consciente de que estoy presenciando un momento muy íntimo. Puede que estemos él en su balcón y yo en mi ventana, cada uno en su propia casa y con la calle de por medio, pero en estos momentos es como si estuviera a mi lado.

Es entonces cuando me doy cuenta de que no tiene sentido tratar de engañarme.

Aunque no nos conociéramos apenas, aunque todo estuviera en mi cabeza, me habría encantado poder llegar a conocerle. Poder ver si realmente podía pasar algo entre nosotros.

Lo voy a echar de menos. 

Amor en cuarentena [GAY]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora