DÍA 13 - Viernes 27 de marzo

436 59 15
                                    


Ha sucedido lo peor que me podía pasar.

No pensaba que podría llegar a este sufrimiento.

Primero la cuarentena. La separación de mis amigos. La pérdida de libertad.

Después pasó lo de Kai. Ignoraba mis mensajes, todos y cada uno de ellos, olvidándose casi por completo de mi existencia.

Luego vi al chico del balcón, algo que parecía animar un poco esos días. Christian, que hasta se había desviado de su camino para hablar conmigo.

Pero el Animal Crossing no llegaba. La única motivación de mi existencia estaba lejos de mi alcance. Los días sin él eran insoportables. Parecía que no iba a llegar nunca... hasta que, al fin, llegó a mis manos.

Y, ahora... mi madre me obliga a despegarme de él para sacar al perro.

No es justo.

—No quiero oír más excusas —insiste—. Clau lleva toda la semana sacando a Aquiles. Durante el fin de semana te toca a ti.

—Vaaaaaleee... —acepto al fin, resignado. Sé que no va a servirme de nada discutir con ella, así que lo mejor será hacer lo que me pide lo antes posible para poder volver a mi isla.

Me echo un vistazo al espejo del pasillo antes de salir de casa. Tal como esperaba, estoy hecho un asco. Tengo el pelo sucio y llevo dos o tres días sin ducharme, pero... ¿qué más da? Estando en cuarentena, todos los días son iguales. Una vez acaban las clases online, paso las horas en mi isla salvo por breves pausas para comer o ir al baño.

Me doy cuenta del tiempo que llevo sin salir cuando salgo a la calle y el aire fresco me golpea en la cara, y es que ni siquiera he estado saliendo al balcón desde que me llegó el juego. Mi familia se cansó de llamarme, y al final no me enteraba de que ya era la hora de los aplausos hasta que los oía desde mi cuarto. Y, estando ya empezados, no es que me apeteciera mucho despegarme de la consola precisamente solo para aplaudir un minuto y volver a entrar.

Pero la verdad es que la isla me está quedando preciosa.

Sin embargo, reconozco que me está sentando bien salir a la calle y poder despegarme un poco. No hay nadie, claro. El supermercado está en dirección contraria, y por esta zona apenas hay tiendas de alimentación o perros que la gente pueda sacar. Doy la vuelta a la manzana con calma, consciente de que, por muy obsesionado que esté con mi isla, me viene bien estirar un poco las piernas y respirar aire fresco.

—¡Hola! —me llama alguien por detrás. Sonrío al darme cuenta de quién se trata, pero oculto mi sonrisa antes de darme la vuelta.

—Hola, Christian.

—¿Qué tal? —pregunta con tono ansioso.

—Muy bien. ¿Y tú?

—Bien —responde, pero algo en su expresión me de deja claro que no me lo está contando todo.

—¿Te pasa algo?

—¡No, no! Es solo que... Bueno, estaba preocupado.

Frunzo el ceño, sorprendido.

—¿Preocupado? ¿Por qué?

—Bueno... es que no te he vuelto a ver desde ese día —me explica—. Ni sacando al perro, ni aplaudiendo... ni nada. Pensaba que te habría pasado algo.

No me lo puedo creer. ¿De verdad estaba preocupado por mí? ¿Christian? ¿El chico del balcón estaba preocupado por mí?

—Ah, no... tranquilo. —Trato de encontrar una excusa rápida para no tener que admitir que he estado absorbido por un videojuego—. Es solo que tenía muchísimos deberes. Las clases online y tal, ya sabes.

—Ah, ya... —responde, claramente aliviado. Al menos, parece que se lo ha tragado—. En la uni estamos igual.

—Qué guay —contesto sin pensar, y él enarca una ceja—. ¡No! No quería decir eso, perdona. Es solo que... que qué guay verte, ¿no?

—Pues sí, la verdad —dice con una sonrisa—. ¿Te puedo acompañar?

Miro a mi alrededor, temeroso de que haya algún vecino que pueda vernos o llamar a la policía.

—Se supone que no podemos —le recuerdo.

—Ah, pero es que yo voy al supermercado —me asegura con una enorme sonrisa—. Tan solo me he desviado un poco por el camino.

Me echo a reír sin poder evitarlo. ¿Cómo puede ser tan majo?

—Vale, pero yo termino la vuelta a la manzana y me meto en casa, ¿eh?

—Claro.

—Y hay que mantener el distanciamiento social ese —señalo, y Christian se echa a reír.

—No te preocupes, que me voy a quedar a dos metros de ti.

—Bien.

—Bien.

—¿Qué vas a comprar? —pregunto mientras doblo la esquina que da a nuestra calle, más por rellenar el silencio que por verdadero interés.

—Eh... pues todavía no lo sé.

—¿No lo sabes?

—No, prefiero inspirarme cuando estoy allí y comprar lo que se me ocurra.

—Entiendo.

—¿Siempre sales a pasear al perro a esta hora?

—Sí, más o menos. Normalmente voy antes de los aplausos, pero hoy se me ha hecho tarde. ¿Tú siempre sales a comprar a esta hora?

Sonríe.

—Más o menos.

—En fin... Yo ya estoy. Y a ti te van a cerrar el súper.

Si es que de verdad va al súper, claro.

—Pues bueno... ya nos veremos —dice con una sonrisa—. Mañana... o cuando sea.

—Sí —respondo yo, sonriendo también—. Mañana nos vemos.

Cuando entro en mi portal, el corazón me late a mil por hora.

Casi parece una cita.

¡CONTINUARÁ!

Me gustaría disculparme por haber estado tantos días sin actualizar y por que la anterior actualización haya sido tan corta. Y no, no se debe solo al Animal Crossing. Como sabréis si me seguís por Twitter, esta historia nació con la cuarentena, que en principio parecía que iba a ser mucho más corta de lo que está siendo en realidad. Eso me ha obligado a replantear la historia para que siga siendo interesante, así que algunas cosas planeadas las he cambiado, otras las he eliminado, y también he añadido algunas más. Espero que el resultado os siga gustando como hasta ahora :)

Una de las decisiones que tomé fue no contar todos los días, porque es imposible que en todos ocurra algo interesante. Y de ahí la última actualización y el salto temporal hasta esta. Mi intención es que, durante la próxima semana, la historia vaya alcanzando el tiempo real como hacía en un principio :)

Amor en cuarentena [GAY]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora