8

371 66 18
                                    

"Y mis ojos están humedecidos por las palabras que dejaste resonando en mi cabeza, cuando rompiste mi pecho." Youth; Daughter.

Gerard

Frank no había asistido a clases desde hace una semana, de esa misma manera me había dejado esperándolo en las afueras de la casa de Emerson el día de la estúpida fiesta. Mis llamadas entraban pero eran rechazadas a los pocos segundos.

— Creí que en verdad le darías una oportunidad al amor —Lindsey bromeó, mientras que hacía un póster para su protesta en contra de la experimentación con animales.

— Joder, no me estás entendiendo —suspiré con pesadez—. Me da miedo arriesgarme para después perderlo todo.

— Ese es el punto de arriesgarse —ella comenzó a usar sus acuarelas para pintar la rana, y así seguir con cada animal restante.

— ¿Crees que deba ir a buscarlo? —encendí el móvil, esperando tener alguna notificación de él, pero no había ninguna.

— Es algo obvio, patán —ella continuó sin despegar la mirada de la, ahora, verdosa rana.

— Iré al terminar las clases.

Lindsey pareció darse por vencida conmigo en los temas como el amor o las relaciones. Ella me conocía como la palma de su mano, yo podría ser un patán cuando quisiera, pero con ella jamás iba a serlo y ella jamás iba a permitirlo.

— Hola —una sonriente Sarah Cox abrió la puerta de su hogar—. ¿Puedo ayudarte en algo?

— Buenas tardes —murmuré con algo de pena—. Estoy buscando a Frank, Frank Iero.

— Oh, cielo... —ella hizo una expresión de nerviosismo—. Eres Gerard, ¿cierto?

— Sí —dije mientras que mi vista viajaba a sus escuálidas y notorias clavículas.

—Frank se siente un poco mal, ha estado resfriado desde hace un par de días —ella sonrió—.  Pero con gusto le diré que has venido a verlo en cuanto despierte.

— Gracias, señora Cox —suspiré, dándome por vencido—. Hasta luego.

— Adiós —ella cerró la bella puerta, dejándome fuera bajo el frío de Longview, aunque se sentía como el frío de mi pecho.

Una vez al estar en mi auto, decidí llamar a Lindsey con la esperanza de que ella tal vez me ayudase. Necesitaba ver a Frank y disculparme antes que cualquier cosa.
Mi vista viajó hasta el árbol que daba hacia una de las habitaciones de la planta alta, una idea descabellada llegó a mi mente y, antes de siquiera pensarlo dos veces yo ya me encontraba trepando por las grandes ramas, buscando llegar a alguien que no me esperaba.

Una vez estando dentro, me percaté de que no era la habitación de Frank, sino de la desparecida Hayley. Cada rincón de su habitación estaba perfectamente ordenado, a excepción de la cama, la cual estaba desordenada, con precaución abrí la puerta para comenzar a buscar cual de las dos restantes sería la habitación del enano.

— Joder, creí que no lo lograría —suspiré, había entrado, Frank estaba en su cama debajo de una montaña de cobijas— ¿Frank?

Me acerqué hasta donde él. Estaba profundamente dormido, su nariz estaba roja y tenía un paño húmedo en la frente, me sentí como un tonto y reí por el nerviosismo, lo más prudente hubiera sido marcharme en aquel momento, pero me quedé como el idiota que soy quien toma decisiones impulsivas.
Al cabo de un aproximado de 40 minutos Frank comenzó a removerse incómodo, abriendo con pesadez sus ojos; nuestras miradas se encontraron y él parecía no entender nada de lo que ocurría.

— Hola —comencé yo, finalmente.

— ¿Cómo coños entraste? —su voz era graciosa debido a su congestión nasal.

— Tuve que escalar el árbol —admití divertido, él rodó sus ojos, mientras se acurrucaba con las mantas—. ¿Tienes frío?

— Solo un poco —murmuró, cerrando sus ojos—. Sigo molesto contigo, idiota.

— No te duermas —pedí—. Hablemos, es necesario...

— No quiero hablar contigo —bostezó.

— Anda, Frank —me acerqué, sentándome al borde de la cama—. Sé que tienes ganas de charlar conmigo aunque no quieras admitirlo.

Mi palma abierta viajó a su frente, tratando así de medir su temperatura, la cual estaba sumamente elevada. Hice una mueca quitando el paño húmedo para dirigirme al baño a humedecerlo de nuevo.

— ¿Por qué haces esa cara? —su ceja estaba arqueada mientras me miraba a través del espejo del baño.

— Es solo que... creí que Sarah había mentido al decirme que estabas enfermo —mentí, en realidad estaba preocupado por él.

— Bueno, ahora sabes que en realidad lo estoy —su voz era suave y sus palabras arrastradas.

— Creo que debería llamar a Sarah para que revise si estás, ya sabes, bien —tomé una bocanada de aire.

— No, ella te echará —él hizo un puchero—. Quédate, te lo ruego.

— De acuerdo —me aseguré de que el paño no tuviese un exceso de agua, de esa manera me dirigí hasta donde el más pequeño estaba y lo coloqué de nuevo en su frente.

— Gerard —llamó mi atención—. ¿Por qué me dijiste que no debió haber sucedido?

— Tenía miedo —bajé la mirada—. Nunca había sentido lo que siento ahora por ti, y todo parece ser muy extraño y nuevo para mí.

— ¿Tienes miedo de que yo sea malo para ti? —su voz sonó un tanto quebradiza.

— No, no es eso... —suspiré con pesadez—. Me da miedo lastimarte, Frankie.

— Sé que no lo harías —él tomó mi mano—. Solo tienes que confiar en mí y en ti, en nosotros.

— Tienes razón —admití ésta vez—. Pero quiero hacer las cosas bien, quiero invitarte a tantas citas como sea posible, conocer todo de ti...

— De acuerdo —rió, sus mejillas estaban rosadas pero no sabía si se debía a su nerviosismo o a la fiebre.

— También quiero que conozcas a Mikey —él asintió no muy convencido—. Quiero asegurarme de que aceptará el hecho de que ahora eres parte de mi vida.

— ¿Lo soy? —su risa era contagiosa y adorable.

— Lo eres —besé su mejilla.

Pasé un par de horas más con Frank, antes de volver a escabullirme por la ventana en la habitación de Hayley me aseguré de que Frank le había hablado a Sarah, pues su fiebre no había disminuido o al menos a mi me parecía de esa manera. Salí de ese lugar con una sonrisa de oreja a oreja, que a pesar de todo, nadie me la podría quitar.

bipolar || FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora