5

448 75 39
                                    

"No sabes nada de mis pecados, cómo comienza la miseria, no lo sabes porque estoy ardiendo..." Heaven help us; My Chemical Romance.

Gerard

Me besó, me besó y lo empujé. Me miraba con el ceño fruncido, sus ojos estaban comenzando a llenarse de lágrimas y sentía que era mi culpa.

— ¡Maldita sea! —cerré los ojos con fuerza.

— Lo... lo lamento —su voz se estaba cortando.

— No es tu maldita culpa, Frank —dije, me sentía una mierda— Soy un maldito monstruo, ¿bien?

— ¿Qué? —limpió las lágrimas vagas que cayeron de sus ojos y rió un poco, parecía tomarlo en broma.

— No puedo hablar de esto —me senté en el suelo— Si mis padres se enterasen tendría que volver a ciertos hábitos.

— Quiero saberlo —murmuró— Y sabes que puedes confiar en mí.

— Es muy complicado, Iero —se sentó a mi lado.

— Siempre hay cosas complicadas, idiota —me dio una mirada divertida, el coraje había pasado.

— Vámonos de aquí, te contaré en algún otro lado —le tomé de la mano, guiando su cuerpo pequeño hasta mi auto.

En el camino él cantaba algunas canciones que pasaban en el radio, me sentía bien a pesar de no conocer ninguna de las canciones. Frank hacía una que otra broma acerca del clima o de mi estado de ánimo. Al llegar a mi casa, me aseguré de que nadie más estuviese presente, no quería causar problemas a mis padres.

— Tu casa es enorme —él miraba como un niño emocionado cada rincón.

— Es de mis padres —le sonreí pequeño.

— ¿Quieres contarme lo que te "aterra" tanto?, siento que es acerca de mí —su sonrisa se volvió una mueca torcida— ¿Acaso huelo mal?

— Joder, no —me reí divertido— Soy una clase de problema para mi familia, o al menos eso es lo que creo.

— ¿Y por qué piensas eso, Gerard? —me miraba curioso, sus ojos lo reflejaban.

— No soy igual a Mikey, no tenemos los mismos pensamientos y a veces eso es lo que más envidio de él —él tenía el ceño fruncido levemente— No es del todo malo, hay miles de personas que tienen mi misma condición, tú sabes...

— ¿De qué carajos hablas? —Frank estaba más que confundido— ¿Acaso eres un demente?

— ¡No estoy jugando, imbécil! —reí junto con él.

— ¿Qué es lo que te sucede, Gerard? —ésta vez no había una pizca de broma en su tono.

— Yo... —el sonido de la puerta abrirse me hizo soltar un suspiro aliviado. Mi madre apareció con una sonrisa

— Gerard, no sabía que habría visitas —se refirió a Frank— Soy Donna, hola, cariño.

— Un gusto señora —Frank se puso de pie y se acercó a ella, ambos estrecharon manos— Soy Frank Iero.

— El gusto es mío —su lápiz labial era perfecto, y Frank parecía nervioso— Iré a la cocina, ¿gustan algo de comer?

— No, mamá, gracias —Frank negó con su cabeza y mi madre se fue sin más.

— Debería irme, se hace tarde y tengo proyectos que terminar —el más bajo se acercó a mí.

— Te llevo a tu casa —él negó— No es pregunta.

— Bien, papá —bufó.

El camino fue silencioso, Frank miraba divertido el paisaje por la ventanilla. Me aterraba pensar en lo que diría al saber lo que pasaba en mí, me aterraba tanto que sentía un vacío en el pecho que me carcomía por dentro. Me detuve frente a la casa de los Cox, ellos eran la pareja más conocida tras la desaparición de Hayley, su hija.

— Nos vemos, luego —él sonrió.

— Mañana, nos vemos mañana —respondí, él solo asintió sin ganas.

— Adiós, Gerard —se acercó a mi oído— Voy a averiguar de qué hablas.

Sin más, salió del auto. Me mordí el labio, había hablado con un chico, el chico que me gustaba y casi le digo la verdad.

Frank

Entré a mi habitación con prisa tras saludar a Sarah. Encendí con velocidad mi laptop y abrí la página de Facebook, encontraría respuestas.
Solo podía hacer una cosa, a toda prisa comencé a buscar su nombre.

Nada.

No es.

Él tampoco.

Demasiado viejo...

¡Bingo!

Las fotografías eran geniales, todas sacadas por su hermano y Lindsey según los comentarios. Desde hacía cinco años que la cara de Gerard no había cambiado en lo absoluto, logré indagar  a fondo hasta encontrar sus fotografías cuando era un adolescente un poco rellenito, era adorable.
Algunas personas comentaban en fotografías si es que ya había salido de terapia, otras tantas hablaban de lo pálido y delgado que estaba hoy en día, mostrándose preocupados.

— ¿Qué mierda te sucede?

[...]

— ¿Por lo menos dormiste? —Ray se burlaba de mí por la apariencia que tenía.

— Estuve haciendo cosas importantes, apenas dormí una hora —bostecé, investigar sobre una persona era más difícil de lo que parece.

— Bueno, señor importante —Ray sacó un par de libros de su casillero— ¿Quieres entrar a clase de historia?

— No —hice un puchero— Necesito ir a dormir.

— No puedo creer cómo si quiera has sido capaz de conducir hasta aquí en dos ruedas, es algo increíble —me dio una palmada en la espalda— Vayamos a la biblioteca, podrás dormir ahí.

Tras caminar unos cuantos minutos en compañía de Ray hacia la biblioteca agradecí por no haber topado a Gerard, probablemente si lo hacía nos quedaríamos charlando y Ray volvería con sus molestas preguntas para después contarle a Jamia.

— Supongo que puedes dormir ahora —me guiñó el ojo— Me quedaré para cuidarte mientras termino la tarea de Biología.

— Gracias, afro —reí mientras acaricié sus rizos antes de buscar una posición cómoda para dormir un rato.

Después después de un par de horas. Mi cuello dolía un poco, pero no era nada de qué preocuparse pues había dormido en una mala posición.

— El chico Way te vino a buscar —Ray dijo en mi oído.

— ¿En verdad? —le miré emocionado.

—Si, aunque no entiendo porque pareces tan emocionado —rodó los ojos— Sus problemas... creí que te incomodarían.

— ¿De qué hablas? —fruncí el ceño.

— Su bipolaridad —sonrió— Jamia me lo contó, ¿no lo sabías?

Un bajón emocional se hizo presente en mi pecho, no estaba preparado para esto.

bipolar || FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora