Capítulo 1:

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Miércoles 3 de septiembre. Primer día de clase y oficialmente: adiós verano.  Se supone que debería estar lamentándome por el fin de las vacaciones y la vuelta a la rutina, pero lo cierto es que no. Este verano con mi padre en Malibú no ha ido como esperaba. Y sé que puede parecer increíble que un verano en California pueda ir mal. Pero como no, siempre soy la excepción que confirma la regla. La suerte rara vez está de mi parte y esta vez no iba a ser menos. De hecho,  me atrevo a decir que mi verano no ha ido mal, ha ido peor.

             *    *    *

Es agradable bajar del coche y que me inunde el olor a playa. Definitivamente había echado de menos la frescura del aire, la forma en la que el sol se posa sobre mi piel; los pies cubiertos de arena todo el tiempo, y las olas. Cuanto tiempo sin verlas. Sin duda alguna es una de las cosas que más había echado de menos. El sonido de estas rompiendo contra la orilla, la cantidad de surfistas peleándose por ellas, y yo, robándoles las olas a todos ellos. Querido surf, a ti sí que te había echado de menos.

-Tengo una sorpresa para ti- dice papa y lo miro interesada. –Está en el garaje, ve- dice y sonrío. Cruzo el porche y el salón corriendo, y salgo por la pequeña puerta que da de la entrada de atrás al garaje. Enchufo la luz y veo una tabla de surf nueva envuelta por un lazo rojo que va unido a un globo. Tu sí que me conoces bien papá. La cojo y salgo de allí para buscarlo. Lo encuentro dejando mis cosas en el salón y corro a él para abrazarlo.

-Veo que te ha gustado la sorpresa- dice satisfecho.

-Me ha encantado papá, muchísimas gracias. No sabes cuánto había echado de menos hacer surf- digo y lo vuelvo a abrazar.

-¿Y a qué esperas? Corre y surfea. Yo dejaré tus cosas en tu habitación y ya las ordenaras cuando vuelvas- dice y sonrió. Corro escaleras arriba en busca de mi neopreno cuando el móvil me interrumpe.

-¿Sí?

-Dime que ya has llegado- dice la voz del otro lado del teléfono. Mi adorada e impaciente Emma.

-Acabo de llegar- digo y aunque no la vea, sé que sonríe.

-Tenemos que vernos, tengo tanto que contarte

-Yo también tengo mucho que contarte. ¿Estás en tu casa? ¿Quieres que vaya?

-Tarde, ya me he adelantado- dice y escucho su voz más cerca de lo que debería. Me giro y ahí está, apoyada en el marco de la puerta. Antes de poder reaccionar ya la tengo enganchada a mi cuello  y me abraza fuerte. Cuanto la había echado de menos.

-Pero por Dios Valentina estás preciosa- dice sonriéndome- no has cambiado nada.

-Tan dramática como siempre, ¡pero si solo ha pasado un año!- exclamo y reímos.

-Pero se me ha hecho eterno- dice y la abrazo con ternura.

-Iba a ir a surfear, ¿quieres venir?- pregunto y espero impaciente que su respuesta sea un sí. Entonces sonríe y asiente. Emma es esa clase de chica a la que no puedes evitar querer tener en tu vida. Porque siempre tiene una sonrisa o una palabra que hasta en la peor situación hace que te sientas mejor.

 Llevamos juntas toda una vida. Nuestros padres son muy amigos, pero desde que los míos se divorciaron hace once años, ya nada ha vuelto a ser lo mismo. Yo me mudé a Galena (Illinois) con mi madre, y mi padre se quedó en Malibú. Desde entonces solo nos vemos en verano, y alguna extraña vez que viene de visita a casa. Por eso cada verano que vengo, siempre lo aprovechamos al máximo.

Cojo mi tabla nueva y mi camiseta de neopreno y me dirijo hacia la playa esperando que Emma no tarde mucho en coger sus cosas. Antes de lo que pensaba aparece. Nos ponemos el neopreno, enceramos la tabla mientras que recordamos alguna que otra anécdota de nuestros veranos anteriores y nos dirigimos al agua.

Everything has changed.Where stories live. Discover now