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Los días pasaron cual tortuga en una carrera. En serio, no les miento, sentía que cada segundo era una eternidad. O ha de ser porque estaba muy ansiosa de que aquel día llegase.

De hecho, afortunadamente, ya estaba en el tren rumbo a Seúl.

Estaba en videollamada con Gisella, se la veía muy feliz.

– Salúdamelos por mí. Sólo los vi una vez– me pedía como si les fuese a pasar algo.

– Si puedo y me dejan, voy a hacer una videollamada así con todos los chicos. ¿Te parece?

Gisella al instante sonrió, de hecho la hizo más grande puesto que ya lo estaba haciendo.

– ¡Gracias, gracias, gracias, gracias!– decía sin cesar mientras agitaba bruscamente el celular.

Faltaban cinco minutos para llegar, así que me fui despidiendo de Gisella.

Me dijo que al no saber el italiano se le dificultaba, por lo que también hacer amigos y hablar iba a ser un gran problema para la estudiante de intercambio, pero de seguro se adaptará después del mes.

Bueno, eso espero.

Bajé del tren sintiendo la fría brisa de la cuidad en mi rostro. En estas épocas hacía muchísimo frío, por lo que vine preparada con todos mis abrigos encima. Parecía un oso, no exagero.

Me dirigí rumbo a mi casa ya comprada. Tardaría unos cuarenta minutos en llegar, así que tomé un bus que me dejaba a la esquina de ésta.
Fue difícil acomodarse en el bus con mi enorme equipaje obstruyendo prácticamente todo el paso hacia el pasillo.

– ¿Puedes sacar tu maleta del camino? Debo pasar– me dijo una agobiada señora de no menos de sesenta y cinco años.

Dios, sé que esto es Corea y aquí no puedes protestar ante comentarios de mayores por respeto. Qué ganas que esa cosa cambie. Es que siento que no me ouedo quedar callada, ni aunque se trate de adultoa mayores.

Después de todo ese escándalo, porque sí, la señora esa se puso a gritar porque, según ella, le falté el respeto al no obedecerla, llegué por fin a mi casa.

No hice mucho, antes de hacer cualquier cosa, me tiré en esa fina cama y me dormí por casi dos horas.

Y sí, obviamente durante los siete días estuve trayendo los muebles y todo lo que sea decoración y cosas esenciales.

Me puse a colocar todas mis prendas en el espacioso armario, que, cuando terminé, ni siquiera completaba la mitad.

Ah, bienvenida al mundo de la independización, Mar.

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