Capítulo 7

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Bonnie estaba en la pista de baile con los ojos cerrados, dejando que lamúsica fluyera a través de ella. Cuando los abrió un instante, Meredith lehacía señas desde un lateral. Bonnie alzó la barbilla con rebeldía, peropuesto que las señas de Meredith se hacían más insistentes, alzó los ojoshacia Raymond y obedeció. Raymond la acompañó. 

Matt y Ed estaban detrás de Meredith. Matt tenía el entrecejo fruncido.Ed aparecía incómodo. 

—Elena acaba de irse —dijo Meredith. 

—Es un país libre —repuso Bonnie. 

—Se fue con Tyler Smallwood —indicó Meredith—. Matt, ¿estás segurode no haber oído adonde iban? 

Matt negó con la cabeza.

 —Se merece lo que le suceda..., pero también es culpa mía —dijo convoz sombría—. Deberíamos ir tras ella. 

—¿Abandonar el baile? —exclamó Bonnie, y miró a Meredith, quearticuló las palabras «lo prometiste»—. No me lo puedo creer —mascullócon ferocidad. 

—No sé cómo la encontraremos —observó Meredith—, pero tenemosque intentarlo. —Luego añadió, con una voz extrañamente titubeante—.Bonnie, tú no tendrás una idea de dónde está, ¿verdad? 

—¿Qué? No, claro que no. He estado bailando. ¿Habéis oído hablar deeso, verdad, lo que uno hace en un baile? 

—Tú y Ray quedaos aquí —le dijo Matt a Ed—. Si regresa, decidle quehemos ido a buscarla. 

—Y si vamos a hacerlo, será mejor salir ahora —terció Bonnie de malagana. 

Dio media vuelta y chocó inmediatamente con una americana oscura. 

—Vaya, perdona —dijo bruscamente, alzando los ojos y encontrándosecon Stefan Salvatore. 

El muchacho no dijo nada mientras ella, Meredith y Matt se dirigíanhacia la puerta, dejando a unos Raymond y Ed de aspecto desdichado trasellos. 

Las estrellas se veían lejanas y brillantes como el hielo en el cielo sinnubes. Elena se sentía justo igual que ellas. Una parte de ella gritaba yreía con Dick, Vickie y Tyler por encima del rugido del viento, pero otraparte observaba desde lejos. 

Tyler aparcó a mitad de camino de la cima de la colina que conducía a laiglesia en ruinas, dejando las luces encendidas cuando descendieron delcoche. Aunque había varios coches detrás de ellos cuando abandonaron laescuela, parecían ser los únicos que habían conseguido recorrer todo eltrayecto hasta el cementerio. 

Tyler abrió el maletero y sacó un paquete de seis cervezas. 

—Más para nosotros. 

Ofreció una cerveza a Elena, que negó con la cabeza, intentando nohacer caso de la sensación de náusea que notaba en la boca delestómago. Sentía que era un error estar allí..., pero en modo alguno iba areconocerlo ahora.

 Ascendieron por la senda de losas, con las muchachas tambaleándoseen sus zapatos de tacón alto y apoyándose en los muchachos. Cuandollegaron a lo alto, Elena lanzó una exclamación ahogada y Vickie profirióun gritito. 

Algo enorme y rojo flotaba justo por encima del horizonte. Elena tardóun momento en comprender que en realidad era la luna. Era tan grande eirreal como una pieza de utilería en una película de ciencia ficción, y sumasa hinchada brillaba pálidamente con una luz malsana. 

—Como una enorme calabaza podrida —dijo Tyler, y le lanzó una piedra. 

Elena se obligó a dedicarle una sonrisa radiante. 

Despertar, Cronicas VampiricasWhere stories live. Discover now