𝘁𝗵𝗲 𝘄𝗮𝗹𝗸𝗶𝗻𝗴 𝗱𝗲𝗮𝗱 𝗳𝗮𝗻𝗳𝗶𝗰𝘁𝗶𝗼𝗻
[TERMINADA]
Riley apenas puede soportar su propia mente, pero cuando dos hombres se cruzan en su camino, se verá obligada a decidir entre: sostener la poca cordura que le queda o sucumbir finalment...
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DARYL
Mi mirada se dirigía cada pocos segundos hacia ella, y aunque batallaba contra mi mismo por mantener la distancia, era muy difícil no distraerse con su voz. Había estado tan callada desde que Rick la encontró en la carretera, que fue milagroso escucharla hablar por varios minutos. Todo aquello era gracias a Jesús que, tras enterarse de que al fin no tenía que esconderse más de Negan, permanecía en Alexandria sin abandonar por un instante el lado de Riley.
El alboroto del salón me hizo apartar la vista, Rick se encontraba en el centro de la habitación, preocupado por el hecho de que no conseguíamos encontrar armas. Las necesitábamos, en grandes cantidades, para suministrar a todas aquellas personas que vivían, literalmente, en un jodido basurero.
Continué con lo que estaba haciendo, deseando quitarme un poco la angustia de que pronto estaríamos en una guerra con los Salvadores.
Resoplé con cansancio cuando los ojos se me fueron de nuevo a Riley. Ella estaba abrazando con tanta fuerza a su hermano, que incluso me llegó a parecer una despedida, lo cual, no tenía mucho sentido.
Sentí como ciertos pensamientos me llegaban para fastidiarme el día.
Ella no me abrazó cuando nos vimos.
Ni se acercó.
Ni ese día, ni el siguiente, ni...
¡Basta!
Basta, no seas una nenaza Dixon.
Solté todo lo que tenía en mis manos, tras darme cuenta de que estaba sujetándolo con tanta fuerza que me hacía daño en la piel.
¿Seguirá enfadada?
¿Lo estuvo a caso en algún momento?
¿Aquella mierda fue una discusión, o una charla intensa?
¿De verdad me odia porque fui capaz de dejar a Jesús y Abraham para salvarla?
— Se te está quemando. —su voz me recorrió como un escalofrío por la espina dorsal. Toda mi atención pasó a la sartén que tenía frente a mí, definitivamente, aquello ya no parecían huevos revueltos— Se ven...
— Solo están crujientes. —me defendí, quizás con demasiada fuerza, porque vi de reojo como tiraba su cabeza levemente hacia atrás.
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