— ¿No te irás a cambiar?

— ¿Para qué? — cuestionó Amane — el traje militar es más cómodo que un yukata — opinó sonriendo a su amiga, quien bajó la cabeza con un suspiro — ¿no has pensado dejar de usar kimono? Últimamente ya no se ven mucho.

— Es una tradición, y mi familia las adora. Por lo tanto, no debo interferir en las tradiciones familiares, no me conciernen.

El chico no negaba que la chica a su lado lucía muy bonita con el kimono rojo que acostumbraban a usar en su femenina familia, así como la belleza de su cabello arreglado y su cara sin estar limpia completamente. Para él, incluso llena de barro apestoso, era hermosa.

— ¡Mañana tienes que acompañarme a mi práctica con katana!

— ¿De verdad tengo que estar ahí? Digo, tu padre estará presente — ____ tembló al recordar lo dura que era el aura de ese hombre — yo no voy a estar para servir de algo.

— ¡Pero quiero que estés conmigo!

— ¿Es necesario? He estado a tu lado una semana y media, las horas que restan del día desde que terminó mis clases. Antes no hacías esto.

____ era una buena chica, por su educación, pero esa misma la mantenía tan abajo que no podía subir más.

Al ser la primera hija de una mujer proveniente de una familia en donde las mujeres lideraban, era repudiada y usada de mal ejemplo por otras buenas damas de la época. Así mismo, el nacer como una fémina había causado el abandono de su padre, decepcionado de no tener un heredero varón. ¿Había sido su culpa el que su madre la cuidara sola? ¿Estaba destinada a estar tan arriba como su madre le afirmaba, y merecerlo? Dudas y dudas llenaban su mente desde su más tierna infancia, y la quebraron tanto que terminó creyendo en los demás.

Una buena mujer es recatada, habla poco, y se abstiene de reclamar por sí misma. Una buena mujer sabe escribir, leer, coser, mantener un hogar, y cuidar de sus hijos. ¿Para qué más funcionaba? No había respuesta.
El haber nacido en una familia equivocada la mantenía dañada, y cada mañana se repetía lo mismo. Si no puedo ser una buena mujer, ¿de qué sirvo en este mundo? ¿Qué tanto valgo? ¿Por qué no simplemente muero?. Sin voz, sin voto, sin libertad. ¿De qué servía vivir?

Yugi Amane, como el caballero que su padre le enseñó a ser, era valiente y determinado en dar la vida por el honor familiar. Pero así mismo conocía a su mejor amiga como a la palma de su mano, y no dejaría que cayera en sus pensamientos venenosos.

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— No debí haber venido — susurró ____ para sí misma al sentir la filosa mirada del señor Yugi en su pequeño cuerpo — no debería estar aquí.

— ¡La espalda recta! — gritó el hombre de la casa con total enfado — ¡podrías morir en la guerra si no tienes la postura correcta! Maldita sea... ¡La espalda recta, Amane! Y Tsukasa, ¡deja de jugar con la katana! Es un arma, no un vulgar juguete.

— ¡Mira, padre! — como siempre, el juguetón Tsukasa sonrió de esa forma, aquella que sólo él sabe, y empezó a lanzar golpes con la katana al muñeco de prueba — ¡soy un samurái!


Gracias a Tsukasa y su hambre de juegos violentos, su padre se hartó y finalizó la práctica. No sin antes recriminarles que nunca llegarían a nada y que ensuciarían el apellido Yugi.

𝙤𝙣𝙚-𝙨𝙝𝙤𝙩𝙨 || ᴊꜱʜᴋWhere stories live. Discover now