CAPÍTULO 13

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A la mañana siguiente, salieron temprano del hotel con rumbo al aeropuerto, la castaña que llevaba lentes oscuros debido a la resaca que tenía, permaneció muda todo el camino. Al llegar, embarcaron el avión con rumbo a Milán, la joven durmió todo el vuelo, velada por Nico que no la perdía de vista y ambos eran observados por Mauricio que no perdía detalle de los movimientos del rubio sobre la castaña. En pocas horas, arribaron a su destino y fueron recibidos por una limosina enviada por la sede central de «Colorato».

Nico y Alma se miraron extrañados, pero abordaron el vehículo junto con Mauricio; fueron llevados a los edificios en donde se ubicaba las oficinas de la empresa, Mauricio al ver en donde se encontraban, se despidió de sus acompañantes, bajó a ordenar al chofer que llevara a Alma y Nico al hotel en el cual estarían hospedados para después llevar sus cosas a su departamento.

El moreno se quedó parado en la calle, mirando como el vehículo se alejaba, los días anteriores había evitado contestar las llamadas que provenían de ese mismo edificio, pero al parecer era momento de enfrentar la situación; Bracco ingresó al edificio y sin mirar a nadie se dirigió a los ascensores, la recepcionista al verlo pasar, llamó de inmediato a la secretaria de presidencia para avisar de su llegada.

En cuanto el ascensor se detuvo en el último piso, Mauricio salió y se dirigió a la oficina rotulada con el nombre de presidencia pasando de largo a la joven que se había parado a recibirlo; abrió la puerta y se encontró con una mujer mayor de cabellos cortos de color gris, concentrada en unos papeles sobre su escritorio.

—Se puede saber, ¿por qué no contestas las llamadas de tu madre? —preguntó la mujer, levantando la mirada hacia Mauricio.

—Buenos días, señora Bracco —respondió el italiano, tomando asiento delante del escritorio.

—Contesta cuando se te pregunte algo, ¿cuándo cambiarás? —replicó la mujer, frunciendo el ceño—, ¿y por qué viniste solo? Hice los arreglos para que vinieran directo del aeropuerto, ¿qué pasó con la chica? —interrogó de nuevo.

—La envié al hotel, necesitaba descansar, en la tarde estará todo listo para el evento, no tienes de qué preocuparte, el apellido Bracco estará bien cuidado en este evento —contestó el moreno y miró su reloj—. Será mejor que también me vaya a descansar —declaró, levantándose de su asiento.

—Claro, claro, tienes que cuidar la imagen, no vaya a ser que esto también te lo quiten —replicó la mujer con una sonrisa burlona—. Pero creo que en esta ocasión no tienes de qué preocuparte, ya me llegaron informes del gran éxito de tu recién descubierta diseñadora, la quiero aquí en la tarde, sola —ordenó—, tengo una propuesta para ella que estoy segura aceptará, así que has que llegue, por favor —concluyó, con voz irónica.

—Ella es mía, Francesca —refutó Mauricio, con tono frío mirándola a los ojos.

La mujer frunció el ceño, algo incrédula y molesta por la reacción del hombre.

—¿Sabes qué? Enviaré por ella al hotel, no tienes que preocuparte de nada, querido —respondió Francesca, obviando las palabras del italiano y regresando la mirada a los papeles sobre su escritorio—, puedes retirarte, hijo —despidió, mordaz.

Mauricio decidió salir de ahí antes de cometer un crimen, quería estrangular a esa mujer, era la esposa de su padre y la actual presidente de «Colorato» en Milán, la conocía desde niño, pero nunca fue una madre para él, ya que, gracias a ella, su padre lo había enviado a un internado en cuanto tuvo uso de razón.

Al salir del edificio, tomó un taxi con rumbo al departamento que tenía en la ciudad, necesitaba un trago con urgencia para aliviar la tensión del momento.

La ListaWhere stories live. Discover now