CAPÍTULO 20

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Alma se removió inquieta sobre una tumbona que hubo alrededor de la piscina, se tapó los ojos con una mano molesta por la luz que la rodeaba, sintió que alguien la tomaba de la mano libre y de golpe recordó a quien vio antes.

Se sentó rápidamente en su lugar y al lado suyo se encontró con el rostro compungido de un hermoso italiano que no le quitaba la vista de encima.

—¿Te encuentras bien? —cuestionó Mauricio, dando un apretón a su mano.

—Pero, ¿qué haces aquí? —respondió la joven con otra pregunta, apartando la mano sujeta.

—Estoy aquí por ti —respondió Mauricio, acercándose a ella.

—¡Oh, por dios! —exclamó, al mismo tiempo en que se ponía de pie huyendo de él.

Mauricio fue tras ella y alargando la mano, la tomó del brazo, jaló de ella para sujetarla con fuerza y ambos cuerpos se quedaron juntos.

—Ya suéltame, por favor —rogó ella, revolviéndose inquieta.

—Cálmate —dijo él, con tranquilidad—, lo haré, no tienes que alterarte.

La joven se sonrojó al darse cuenta de su reacción debido a la aparición de su exjefe.

—Está bien, está bien, lo haré, pero por favor, suéltame —suplicó—, me quiero ir a cambiar.

Mauricio, al sentir cada una de las curvas de la joven acoplarse a su cuerpo, demoró en cumplir el pedido al rememorar los momentos de meses atrás cuando estuvieron juntos antes de su huida.

—Iremos a cenar —afirmó, soltándola lentamente—, y no acepto excusas —concluyó, al ver que Alma iba a protestar.

Ella asintió como respuesta y juntos se dirigieron a la recámara de ella, Mauricio la dejó en la puerta y se alejó para ir a la suya, ella se le quedó mirando hasta que desapareció, prometiéndose aclarar todo de una buena vez.

Cuando entró a su recámara, se encontró con su madre sentada en la cama con una revista en la mano.

—¿Te siente mejor, cariño? —preguntó Concepción, dejando la revista a un lado.

Alma abrió la boca, pero la volvió a cerrar al instante, miró a su madre con el ceño fruncido quien se aguantaba una risita, sin decir nada se encaminó al baño.

—¿Vas a salir, cariño? —Volvió su madre a cuestionar.

—¡Sí, mamá! —respondió Alma, a viva voz.

Concepción sonrió viendo el nerviosismo de su hija, ese hombre en verdad le gustaba y se sintió contenta al pensar que podría brindarle a su pequeña un poco de sosiego antes del día que ella no quería que llegara.

Unos minutos después, Nico entró en el cuarto y sin hacer mucho ruido dejó algunas cosas sobre la cama, junto con Concepción acomodaron todo para después refugiarse en la recámara del rubio y así darle espacio a la joven para prepararse para su cita.

Después de su ducha, Alma salió del baño con una toalla alrededor de su cuerpo tapando su desnudez, al mirar a la cama se encontró con un precioso vestido rosa junto a unas sandalias del mismo color, todo acompañado de lencería fina que combinaba con el atuendo. Se quedó observando todo, pensando en que Nico tenía mucho que ver en lo que estaba pasando.

Cuando la joven estuvo lista y a punto de salir de su cuarto, unos golpes en la puerta la hicieron dar un respingo de sorpresa; al abrir se encontró con Mauricio, vestido con un traje de gala negro y una sonrisa en el rostro al verla a ella tan hermosa, él le ofreció el brazo para que avanzaran y se dirigieron al exterior del hotel en donde un auto negro los esperaba, Mauricio ayudó a Alma a subir al mismo para después dirigirse al asiento del piloto, arrancó el auto y tomaron rumbo por las calles de Lima; después de unos minutos llegaron a un restaurante exclusivo en donde fueron recibidos por un valet que tomó el control del vehículo después de que ambos bajaran.

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