CAPÍTULO 04

61 14 41
                                    

Después de aquel ameno momento entre amigos, Claudia y Nico acompañaron a Alma hasta su departamento, y tras varios minutos de forcejeo se despidieron de ella en la puerta para que pudiera ir a descansar; Claudia había tenido que obligar a Nico que soltara a Alma porque este se resistía a dejar a su amiga alegando estar preocupado por ella, él había sufrido mucho durante la estadía de la joven en el hospital, Nico consideraba a Alma su familia porque no tenía a nadie más con él, ya que desde muy joven siempre había estado solo, pero un día apareció Alma brindándole su amistad sincera.

Ya en el interior de su departamento, Alma fue a ver a su madre en su recámara, Concepción se encontraba dormida y la joven se acercó a darle un beso en la frente, luego se retiró a su cuarto, ya en él, tomó un baño y en cuanto terminó se cambió; se sentó en su cama, cogió su bolso, sacó su celular y su libreta, la miró sin abrirla y la colocó en el cajón de su buró junto con su celular, después se dispuso a dormir.

Al día siguiente, se despertó al escuchar el barullo que había fuera de su cuarto, cuando salió se encontró con que Nico hacía el desayuno junto con su madre.

—Mi castaña adorada, al fin despiertas —comentó Nico, risueño—, vine a hacerte el desayuno antes de ir al Consorcio.

—No te hubieras molestado, mi rubio lindo —contestó Alma, dando un gran bostezo—, todavía no tenía intención de levantarme de la cama, pero lo hice por toda la bulla que hicieron —explicó—, díganme, ¿qué fue lo que tumbaron? —preguntó, mirando por toda la cocina.

—Fue la sartén que se me cayó de las manos, hija —respondió Concepción, algo avergonzada—, Nico quería hacerte huevos revueltos, así que quise ayudarlo un poco antes de irme; hoy día también tengo una cita con un nuevo cliente, desayunaremos juntos y ya voy de salida —explicó tomando su bolso.

—Cuídate mucho, mami —pidió la chica, dando beso a su madre en la mejilla.

—Claro que sí, mi tesoro, tú también has lo mismo, por favor, cualquier cosa me avisan —solicitó la mujer mayor, cogiendo las manos de su hija—, más tarde me cuentas como te fue ayer.

Cuando Concepción salió de su casa, Alma miró a Nico concentrado en hacer el desayuno, lo interrumpió para avisarle que iría a su cuarto a asearse y que en un momento regresaba.

Minutos después, Alma salía de su cuarto, encontrándose dos platos de comida servidos sobre la mesa y un Nico muy sonriente esperando por ella.

El rubio apartó la silla para la joven, cuando se acomodó, él se sentó en otra y comenzaron a desayunar.

—Quiero que me acompañes al Consorcio, mi castaña —expresó Nico, terminando su desayuno.

—Ya sabía yo, que todo esto tenía un costo —respondió Alma, mirando a su amigo con el ceño fruncido—, ¿por qué quieres que vaya al Consorcio? Sabes que el trabajo que tenía ahí lo he perdido, estuve cerca de un año lejos —comentó, con cierta molestia.

—Lo sé, mi castañita, sé que ayer dijiste que te tomarías un receso, sin embargo, quiero que me acompañes y comiences a ver lo que querías hacer desde un inicio, recuerdo que tu sueño siempre fue confeccionar ropa y no ser la simple asistente del jefe —cuestionó Nico—; quiero que aproveches el tiempo, no quiero que te quedes encerrada aquí todo el día, sé que lo del accidente fue traumático, pero para eso estamos aquí todas las personas que te queremos y que siempre alegras con tu hermosa sonrisa, sabes que eres mi luz, hermanita, te quiero mucho y te juro que me moriría si te dejaras vencer por lo que sucedió —expuso, a punto de soltarse a llorar.

Conmovida por las palabras de Nico, Alma comenzó a sollozar y se levantó a abrazar al único hombre que había tenido en su vida desde que su padre había muerto, sus abuelos no contaban porque ellos siempre se encontraron lejos.

La ListaWhere stories live. Discover now