CAPÍTULO 09

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Pasó un mes desde el incidente de Alma con su madre, en ese tiempo la joven se concentró en ultimar los detalles referentes a la colección con Mauricio Bracco siguiendo sus pasos y la infaltable compañía de Nico, quien se encontraba atento a cada uno de los movimientos de la pareja junto a él.

En ese último mes el rubio había notado un cambio significativo en el trato que ambos tenían el uno con el otro, había cierto aire de nerviosismo y timidez por parte de Alma, y un toque de torpeza en el interactuar de Mauricio, quería pensar que sus esfuerzos estaban dando frutos y que algo comenzaba a surgir entre ellos.

Una noche antes del gran evento, Bracco revisaba algunos detalles junto con Alma y Nico, el rubio decidió darles un poco de espacio para ver si esa noche ocurría el milagro.

—Voy por café y algo para comer, ustedes sigan revisando lo que falta —habló Nico, levantándose de la silla que se encontraba en medio de Mauricio y Alma.

Ambos se quedaron mirando el asiento vacío y luego al rubio que se dirigía a la puerta hasta desaparecer detrás ella.

No era normal que Mauricio se sintiera nervioso delante de una mujer y menos delante de su antigua asistente, había trabajado con ella por más de cinco años y nunca se había parado a mirarla tan detenidamente como lo hacía ahora; estos meses de trabajo juntos le habían ayudado a detectar el potencial con el que contaba la joven y ahora que la había tratado en otra faceta, al parecer en una que ella disfrutaba, pudo distinguir cierto brillo en sus hermosos ojos color miel.

—Como ve, señor Bracco —comenzó Alma para aliviar la tensión.

Mauricio se le quedó mirando con una ceja alzada.

—Digo, este, como ve Mauricio, tenemos todo listo, solo algunos accesorios que se deben recibir, pero estoy segura que para mañana en la mañana los tendremos con nosotros —habló la joven, algo sonrojada, evitando mirarlo.

—Eso es bueno, estoy seguro que mañana será todo un éxito —expresó Mauricio, ocupando el asiento vacío de Nico—, y por favor, Alma, recuerda siempre mi nombre, creo que los formalismos entre nosotros quedaron atrás hace mucho —concluyó el moreno, con una sonrisa.

—La verdad, me es un poco difícil...dejar la costumbre de años en mi trato...hacia usted —confesó Alma—, y no me es fácil tutearlo...en solo unos meses de trabajo continuo —afirmó, avergonzada.

—Pierde cuidado, gracias a ti, nuestra próxima colección será la mejor, estoy seguro de eso y prepárate para la gira a Milán, Berlín y París —indicó Bracco.

—¿Cómo dice? —cuestionó Alma, conmocionada.

—Que debes prepararte para la gira, como diseñadora de la colección debes estar en todas las presentaciones —concluyó el italiano.

—Pero yo...creí que solo estaría acá en la sede —confesó la joven, aún asombrada.

—¿No te gusta la idea de pasar la semana de la moda en todas las sedes de la misma? —preguntó Bracco, con una ceja alzada lleno de incredulidad.

—No, no, claro que me gustaría, es solo que...es difícil de creer, nunca en mi vida pensé que podría asistir a uno de esos eventos y menos como una diseñadora presentando su colección —alegó Alma, emocionada.

Y ahí estaba, el resplandor que venía viendo Bracco en la joven y el cual comenzaba a disfrutar cada vez que la veía detenidamente.

—Pues es momento de ir haciéndote a la idea, yo estaré contigo —dijo Mauricio y Alma se le quedó viendo fijo—, quiero decir —balbuceó —, Nico y yo estaremos contigo en todo momento, así que no debes sentir miedo, ni nada —aclaró.

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