Parte 16: Fresas

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De entre todas las cosas que llegaron por correo esa semana, la única que no iba a nombre de Alan Magne, era un sobre grande apenas abultado.

Alan era un niño muy independiente, que analizaba las cosas sobremanera y se detenía a levantar una ceja con la pequeña mano detenida en la barbilla, cada vez que las cosas se complicaban. Sus padres dejaron de procurarle cuidados básicos desde los cuatro años. El ya arreglaba su habitación, echaba su ropa a la lavadora, y la sacaba calientita después del ciclo de secado, de manera que no necesitaba ser planchada. Hacía su tarea y andaba en el autobús escolar. Incluso, con ayuda de una pequeña escalerilla, se preparaba el almuerzo todos los días.

Vox y Charlie lo vigilaban de cerca, pero nunca intervinieron, a menos que estuviese en peligro.

Era extremadamente intuitivo, y jamás se tragó una mentira.

Por eso, cuando le llevó a su madre el sobre con el nombre de un Alastor Reed en el remitente, y ella se desvaneció, no se pensó ni dos segundos y abrió el envoltorio.

Cuando Charlie volvió en sí. Alan sostenía la bolsa de agua fría en su frente con una mano, y con la otra detenía la libreta gastada y llena de recortes de fotografías.

- No hay nada, Charlie. – Alan se refería a ella por su nombre, y a Vox como "Padre" o "Papá" y todos sus derivados melosos.

- Ninguna carta que explique porque esto llegó a tus manos. ¿Quién es Alastor Reed? – Charlie se quedó muda y recogió el sobre del suelo.

La dirección exacta del paradero de Alastor se mostró ante ella, después de todos esos años.

Sonrió y subió las escaleras a toda velocidad. Alan se quedó abajo, hojeando la libreta.

Los recortes eran del periódico, y hablaban de un accidente en la carretera al único Lago de los alrededores al que sus padres nunca lo habían llevado.

Lo único que le sonó conocido, fue el apellido de su mejor amiga, una niña dos años más grande llamada Helen Von Eldritch, cuya madre era una mujer amargada y triste.

Cerró el cuaderno y lo dejó en la mesa. Al final de cuentas, lo único que se había llevado su madre era el envoltorio donde venían los datos del remitente.

Charlie bajó la escalera con una mochila de excursión en la espalda. En la puerta se dio la vuelta y volvió sobre sus pasos para besar y abrazar a su hijo.

- En unos minutos, Angel y Vaggie estarán aquí. No digas una palabra a tu padre, yo le llamaré para explicarle. –

Alan llevaba una relación distante con ella, y realmente no podría jactarse de conocerla bien, pero nunca la había visto tan radiante como cuando le dio la espalda y subió a la motocicleta de su padre.

Charlie le tenía fobia a las motocicletas, asi que, lo que fuera que la llamara, era suficiente para que la hiciera obviar cualquier cosa.

Su cabello dorado voló en desorden cuando la vio perderse en una curva del camino.

Alan volvió a la sala y esperó.

Pero un ruido seco lo sacó de sus pensamientos. Era el ruido de un objeto ligero. Se asomó debajo de la mesa y lo tomó con sus deditos.

Era una tiza gruesa y gastada. Junto a la fotografía de una chica joven y sonriente, con el cabello color miel.

Alan dibujaba en el patio de la escuela, con tizas parecidas, así que salió al jardín de atrás y se dispuso a dibujar un pastel de cumpleaños, igual al que estaba esperando sobre la mesa del comedor.

Hear Me Out (Chalastor)Where stories live. Discover now