Parte 14: Hielo

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- No estoy seguro de que eso sea legal. – Angel, Vaggie, Alastor y Charlie, subían las mochilas al auto mientras echaban miradas indiscretas hacia el lago.

- ¿No es una broma entonces? ¿En verdad te pidió su mano? – Charlie abrazó a Alastor por la espalda y soltó una risita.

- Pues lo pidió muy formalmente, y además se les ve muy felices. ¿No les parece? – Alastor tomó a Charlie de las manos y rozó su nariz con la de ella.

Al fondo, junto al agua, Monique y Harold caminaban de la mano, riéndose y besándose de tanto en tanto.

- ¿Y luego? – Angel comenzaba a perder interés en el asunto.

- Se irán a Los Ángeles para que ella entre a la universidad. Y, bueno, lo que pase después ya será cosa de ellos.

Harold y Monique se despidieron emotivamente y fueron los primeros en partir.

- Sabremos de ellos muy pronto. – Charlie observó el camino por el que el Porsche rojo se perdía en la lejanía.

Vaggie y Angel decidieron pasar el resto de la mañana en su cabaña. Asi que Alastor y Charlie aprovecharon para desayunar juntos en el café, antes de que fuera hora de hacer el Check-out.

Alastor pidió el desayuno y se acercó a Charlie, que había decidido volver a meter los pies en el agua, sentada en el muelle.

Soplaba el viento helado, pero el sol pegaba con fuerza sobre la nieve, derritiéndola de la zona superficial y congelándose en seguida, dando como resultado una capa de hielo resbaladizo encima de toda la blancura.

Charlie suspiró y su aliento se quedó suspendido en una nubecilla frente a su rostro. El agua quemaba sus pies, pero ella no hacía caso, pues una leve y agradable alucinación, se manifestaba justo en ese momento alrededor de sus tobillos.

Los pececitos, de un color rojo encendido, hacían piruetas y pequeñas figuras, en un ritmo armonioso. Sonrió.

Por las vibraciones bajo su cuerpo, supo que alguien había comenzado a andar sobre el muelle.

- Alastor. – Sus labios articularon su nombre sin dejar de ver el agua y los pescaditos.

La vibración en la madera se sentía cada vez más, y aguzó el oído para distinguir el sonido de las botas de nieve que Alastor se había visto forzado a comprar, por el clima.

Pero en lugar del sonido cadencioso de su caminar, el chapoteo errático y el frufrú del arrastre de algo pesado, fue poco a poco en aumento.

Charlie sabía que no debía darse por enterada de la presencia de esas cosas. Y que lo único que debía hacer era resistir y esperar una buena excusa para levantarse y pasar de largo a lo que fuera que estuviese acercándose.

El olor de algo podrido y húmedo inundó su nariz.

Los pececitos rojos aumentaron la velocidad con la que giraban alrededor de sus tobillos, acercándose más a su piel. Charlie incluso podía sentirlos. Eso nunca había pasado.

El olor era nauseabundo e insoportable. Tenía que mantenerse impasible. Tenía que aguantar.

La fricción de su propia alucinación le quemaba la piel. ¿O era el frío del agua? Charlie se agachó para ver sus pies y su reflejo.

Sus tobillos sangraban y de la sangre surgían mas pececitos que se unían a la danza del dolor.

En su reflejo, el gesto de Charlie continuaba neutral, como si nada pasara. La cosa que reptaba sobre el muelle estaba justo detrás de ella. Jadeaba y gruñía por el esfuerzo de arrastrarse.

Hear Me Out (Chalastor)Where stories live. Discover now