Capítulo 34

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—Espero que esto tenga algún sentido para ella —musitó Jessica con la mirada todavía puesta en las paredes del templo.

James se inclinó sobre su hombro, luego de mirar fijamente a Zoey, que continuaba inmóvil en la puerta del templo con las manos envueltas en llamas.

—¿Cuánto más nos falta? —preguntó él en un susurro. No sabían qué tanto tiempo tenían antes de que Peat y Zack regresaran por Zoey. Cuando eso sucediera, el enemigo podría acabar con todos de una vez.

—No sé —dudó Jess levantando la hoja.

James miró también y frunció el ceño.

—¿Qué diablos significa eso?

Ella negó, pues tampoco lo sabía.

— «Lapis Exilis es la vida eterna. La vida se sentará en el trono de oro y el Santo Grial estará completo.»

Se miraron, confundidos, y se voltearon para llamar a Zoey. Esperaban realmente que eso tuviera sentido para ella o para el dije. James dio un paso, dispuesto a alcanzarla, cuando Peat apareció delante de ella y la chica liberó la energía contenida en sus manos. Peat la desvió con maestría y la apuntó directo hacia sus amigos, con una sonrisa cínica que James llegó a ver.

—¡Jessica! —logró gritar él antes de poder tumbarla en el suelo. Esta vez lo que explotó fue una de las paredes del templo que se derrumbó muy cerca de ellos.

Quedaron sumergidos en una nube de polvo y James agradeció mentalmente que no hubiera fuego en ese momento. Sintió a Jessica toser junto a él y se tranquilizó un poco. Al menos, ambos estaban vivos de momento.

—¿Estás bien? —preguntó él.

—¡Oh, no! —exclamó Jess mientras se quitaba polvo de los ojos—. ¡Aún faltaba mucho por traducir!

Ambos intentaron comprender el estado actual del templo, y cuando la nube de polvo bajó, descubrieron que todavía quedaba un buen pedazo del muro para continuar el trabajo.

-

Zoey se echó al suelo y observó aterrada como la explosión de Peat sepultaba a sus amigos en una nube de humo y piedra.

—¡No! —gritó.

—Tienes que saber que cada acto tiene sus consecuencias, Zoey —gritó Peat, mofándose de ella—. Les dijiste que se fueran y no quisieron hacerte caso; es una pena.

Zoey no perdió tiempo. Le dedicó una mirada llena de odio, se levantó y amagó para correr hacia sus amigos. Tenía que asegurarse de que estuvieran bien.

Peat la detuvo, le sujetó un brazo y la sacudió con más fuerza de la que jamás había experimentado. Oyó claramente sus huesos partiéndose y gritó, sorprendida. Nunca había algo dolido como eso, incluso una puñalada había sido menos agonizante.

Peat la zarandeó y ella voló por los aires hasta que su cabeza chocó contra un árbol chamuscado. Ahogó un gemido contra la tierra negra.

—Dios —lloró. Imaginaba que su brazo derecho estaba completamente astillado por dentro, porque así lo sentía. El fuego de sus manos se había esfumado y ya no se sentía fuerte.

El miedo regresó. Se sentía inútil otra vez Apretó los dientes y se maldijo a si misma cuantas veces pudo. No podía rendirse. «Dolor en el trasero, dolor en el trasero, nosotros o él, nosotros o él», se repitió. Cerró los ojos con fuerza y golpeó el suelo con el puño izquierdo.

—Seremos nosotros —masculló.

Pero para que fueran ellos, necesitaba más que un par de llamas. En ese sentido, era consciente de que lo que había practicado no alcanzaba. Peat ya había demostrado que podía apoderarse de su ataque y redirigirlo con eficacia.

El Alma [El dije #2] en FísicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora