Adrien Agreste y Marinette Dupain-Cheng son dos adolescentes con una vida más o menos normal.
Pero hay algo de ellos que nadie sabía. Son Ladybug y Chat Noir... los héroes de París.
La situación en la que se encontraban parecía que no iba a dejarlos...
Reconozco que hacía mucho tiempo que no escribía en el diario. Pasaron tantas cosas después de que nos graduáramos, que aún me cuesta creerme algunas...
La desaparición de Hawk Moth... El estado de la señora Agreste...
Fue tan sorprendente aquello, que prefiero ni recordarlo. Que tuviera a su esposa bajo su propia casa...
Quiero pensar que, en el fondo, el señor Agreste hizo lo que hizo por un buen motivo... No quería que, por mucho que hubiera madurado, Adrien viese a su madre en ese estado. Supongo que él ya sabrá que se equivocó.
Sin embargo, y ahora que ha pasado tanto desde aquello, cuando el otro día me encontré de nuevo el diario, lo hablé con Adrien, y hemos decidido volver a escribir. Después de todo, lo habíamos superado, y si por algo habíamos empezado a escribir el diario fue para reflejar en él nuestros mejores momentos como pareja. Estamos seguros de que, después de todo lo que hemos vivido, ya no va a haber nada que pueda con nosotros.
Pues para empezar, parece mentira todo lo que nos ha cambiado la vida. Después de todo aquello, Adrien le pidió a su padre marcharse de casa. Era una decisión sorprendente, pero decía que necesitaba tiempo para superarlo.
Y de una forma u otra, se terminó viniendo a mi casa. No me hizo falta ni insistirle yo, ya que aunque él no quería molestar, fueron mis padres los que insistieron.
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A cambio, Adrien dijo que estaba dispuesto a ayudar en todo lo posible en la panadería a mis padres. Ya que él había aceptado quedarse, no quería sentirse un inútil que no aportaba nada. Además, durante nuestros primeros años de relación, ya había aprendido algunas cosas de cocina gracias a mí. Por todo ello, y aunque mis padres no querían que se molestase tanto, terminaron aceptándolo. Después de todo, a la hora de trabajar, tres son mejores que dos.
Así, poco a poco, fuimos entrando en una nueva normalidad. Sin embargo, era evidente que al principio le iba a costar superar lo de su madre...
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