CAPÍTULO IV

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EL MESÓN DE SAN DIEGO

Aparqué el carro a las afueras de un lugar donde antes había estado con Betty, un lugar donde la traté mal, donde no pude besarla como ella quería y como yo también lo deseaba, todo por el miedo y los curiosos que ponían en riesgo el castillo de mentiras que había construido. Dios sabe, que después de haber leído el diario de Betty, no hay un solo día en que no piense en lo cerca que estuve de perderla. Betty no ha querido contarme qué la hizo cambiar de parecer, por qué fue a buscarme a producción para evitar que yo me fuera, pero hoy tengo pensado abordar el tema y entender a quién le debo el milagro. Doña Julia, se me ocurre, podría ser esa persona que intercedió por mí.

Le abrí la puerta del carro y le ayudé a bajar. Ella escuchó la música en vivo y me susurró:

-Música en vivo...

- Así es...- le besé los labios luego de haberle quitado la venda de los ojos, los abrió y se quedó viendo sorprendida.

-El mesón de San Diego. – dijo, luego de unos segundos.

Le tomé las manos y la invité a entrar conmigo. Estaba repleto de gente, pero yo había reservado una mesa, debajo de la terraza. Muchas miradas curiosas se posaron en Betty, como siempre la gente que me reconoció.

-¡Hola, Armando! Tanto tiempo sin verte, ¡pero qué guapo estás!, te sienta la soltería. Ay, no, disculpa, no pierdes el tiempo vos ah, ya andas bien acompañado.- dijo una amiga de Marcela, llamada Eliza.

-Así es, estamos hechos de tiempo y no hay que perderlo. Ella es Beatriz, mi novia- dije. Me había supuesto que las miradas y los cuchicheos no iban a parar, y había decidido ir a saciar la curiosidad de los que habían dejado de comer por no perder pie ni pisada de Beatriz y de mí. Me acerqué a la mesa de Mario Ribero que estaba con su esposa y amigos y le presenté a Beatriz. Luego allá en un rincón vi que Mónica Agudelo se preparaba para acecharnos.

-¡Armando Mendoza! La última vez que te vi te estaban masacrando en un bar, ¡Qué espectáculo, Armando! No sé cómo no fuiste titular de un noticiero amarillista. Aunque no había nada que exagerar ahí, lo que te estaba pasando era un bochornoso incidente. Me extraña que no te haya quedado ni una marca en la cara- y pasó la yema de los dedos por mi barbilla. -Sentí cómo Betty se ponía tensa a mi lado.- Pobre Marcela, una mártir. Por cierto, me enteré que se separaron definitivamente.

-Claro, Mónica, y de qué no se va enterar usted, si es el periódico andante.

- Armando, yo soy una mujer de mundo, reconocida, y la gente me pasa información sin que yo se la pida. Ya sabes que en el fondo a los ricos les encanta el chisme.

Beatriz estaba manejando bien el acecho y las miradas de la gente, había saludado a todos los que le presenté o que se acercaron a saludar. Nos sentamos en la mesa y me dijo:

-Doctor, tengo sentimientos encontrados en este lugar. ¿Está usted tratando de demostrarme algo trayéndome aquí?

-Beatriz, este lugar fue el primer lugar donde yo la expuse con la gente que me conoce, y, aunque no fue por voluntad o iniciativa propia, yo se lo agradezco, porque fue lo poco decente que hice en ese momento de mi vida. Sé que no la traté como debía y no sabe cómo lo lamento. Yo quiero ir a todos los lugares de Colombia y del mundo de su mano.

-Doctor, usted piensa que yo guardo rencor porque en ese momento se avergonzaba de mí.

-No me diga más doctor, dígame Armando. Somos novios y ya hay confianza ¿no le parece? Yo no me avergonzaba de usted, no diga eso, desde que yo empecé a sentir que la amaba, yo de quien me avergonzaba era de mí mismo y mis mentiras. Mi incapacidad para aceptar lo que me estaba pasando con usted... -dije

YSBLF_El Noviazgo (Ira Parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora