«¿En qué coño estás pensando, Kara? Es tu amiga... ¿no?», se preguntó a sí misma nada más levantarse.

—Lo siento, pequeñín. Soy una... —empezó a decir Kara.

—Madre horrible —terminó su frase y la miró con ternura.

Sí. Definitivamente algo en Kara despertó. Y su corazón se vio bombeando a más de 90 pulsaciones por minuto. Como cuando corres una maratón sin descansar y casi te ahogas con tu propia saliva.

Sonrió nerviosa y Lena le cedió al chiquitín. Le dio la correa y las pequeñas latas con su pequeño juguete. Le recomendó que comprara uno de esos huesos de plásticos que tenían olor y sabor de alguna carne que le gustara y Kara asintió como una boba.

—Gracias por haber cuidado de él, Lena —musitó.

—Me debes una.

—Y lo haré. Te lo compensaré, te lo dije —aseguró.

—Está bien, largo de aquí. Yo me voy a mi cama por fin —sonrió de alegría cogiendo el maletín.

—¿Quieres que te lleve? —preguntó un tanto indecisa.

—Kara, no somos amigas —confesó duramente—. Que haya pasado esto no significa que volvamos a yo que sé, ¿a quedar para un café? —se burló—. Si me debes una no es para que me invites a una cena o vayamos a pasear a un parque comiendo pipas.

—Lo entiendo... —musitó para luego apretar los labios.

—Todavía me duele, Kara... No te digo que no volvamos a ser amigas, pero ahora no...

Kara asintió cabizbaja aguantando las ganas de llorar. Sujetó a Krypto y la bolsa con fuerza y voló de ahí. Quiso hacerlo a gran velocidad; desaparecer del mapa, pero tener a Krypto en sus manos hizo que fuese con delicadeza.

Odiaba tener otra vez esa sensación de que le faltaba algo. Alguien. Le faltaba ella. Y juraría por Rao que era la primera vez que veía a Lena tan receptiva, incluso diría que interesada. No se creyó ni una palabra, pero tampoco iba a presionarla. Le debía mucho. Le debía espacio y tiempo. Y era lo que le iba a dar a partir de ahora.

En cambio, Lena cuando llegó a casa, se hinchó de llorar. Y por primera vez no sintió odio. Bueno sí, así misma por decir aquellas falsas palabras. Sí. No lo pensaba de verdad, pero su orgullo habló por ella. Extrañaba a Kara. Cada día. Y este breve acercamiento fue lo que le alegró un poco el corazón olvidando el trabajo, la ansiedad y el estrés.

Y entonces se paró a pensar en ella en todos los momentos que han pasado; desde el más delicado hasta el más turbio y como lo superaban juntas. Se sentía tan genial estando a su lado. Sonrió lamiendo las lágrimas de la comisura de sus labios mientras alzaba su copa de vino y su vista giraba a su alrededor. Se sintió vacía desde que Kara se marchó de su lado y no sabía muy bien por qué. Bueno, realmente sí que lo sabía, pero todavía no era consciente de ello.

Pasaron varias semanas y la relación entre ambas permaneció como al principio. No se vieron, ni hablaron, ni se enviaban mensajes. Lex apareció en la oficina aquella mañana haciendo que Lena frunciera el ceño.

—¿Podemos hablar ya? —preguntó sentándose frente a Lena.

—¿Qué quieres, Lex?

—Quiero contactar con Superman, te lo dije.

—Claro, le diré a Supergirl que lo llame.

—Gracias —se levantó.

—Alexander, era broma —se levantó su hermana—, ¿te imaginas que le hablo a Kara? Encima fuiste tú quien me contó su secreto. No nos hablamos por tu culpa —rechistó con furia.

Una pareja de tres | Supercorp AUWhere stories live. Discover now