Bien por ti

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Siempre mirando atraves de la ventana, admirando el verde césped que parecía invitarlo a recostarse sobre él sin importar nada más. Deseaba salir, deseaba explorar, sentirse vivo aunque sea solo un día. Quería ser él.

El sonido de la puerta abrirse llamó la atención del albino, buscando con la mirada al intruso de su habitación, encontrándose con la mirada violeta junto a esa sonrisa que tenía. A paso lento se acercó, paseando las puntas de sus dedos contra la piel pálida del menor, alzando el rostro para recibir el tan familiarizado beso, como todos los días cuando llegaba.

No es que lo odiara, amaba a ese hombre que lo mimaba y buscaba lo mejor para él, pero solo había una cosa que no le agradaba. Los límites que le colocaba:

No hacer algo que pueda dañarlo en cualquier sentido.
Siempre decirle cómo se sentía.
Evitar el desorden.

NO SALIR DE CASA.

¿Por qué no podía? Toda su vida ha sido así, nunca ha salido de ese lugar y le desquiciaba. Ni cuando sus padres murieron, Vegetta parecía reemplazarlos junto a sus obsesivas reglas, sin explicación, simplemente no podía.

Al menos, así era hasta que un joven castaño sintió curiosidad por aquel albino que siempre miraba por la ventana y nunca sale. Se acercó a la ventana, hablando por medio de papeles debido a que el chico entendió que por más que gritara, el contrario jamás lo escucharía.
Al fin tenía un amigo a parte de los que Vegetta traía a casa, y alguien que lo impulsaría a salir sin medir consecuencia.

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